Conocer el verdadero mecanismo de contagio del SARS-Cov2, mas conocido como el coronavirus que desencadena la Covid-19, que se ha llevado ya casi 30.000 vidas en España (aunque es muy posible que superen los 50.000 casos si se tuvieran en cuenta las muertes “evitables” de nuestros mayores en las residencias geriátricas), nos sigue preocupando a todos, tanto a los gobernantes, como a los científicos de todo el mundo, pero… ¿estamos sabiendo comunicar todo lo que hasta ahora conocemos a la población general?

A tenor de lo que estamos viendo, tanto en los diferentes medios de comunicación, como en nuestro entorno social, no parece que los ciudadanos seamos conscientes de los mecanismos de contagio, y mucho menos de la importancia que cobra en este proceso, el espacio social en el que nos desenvolvemos (nuestro hogar, centro de trabajo, grupo de amigos y familia), y nuestro comportamiento social con los demás, que es en definitiva el que puede poner en peligro la vida de todos.

Hablamos de “grupos de riesgo” y con ello nos referimos a las personas más vulnerables como los niños, nuestros mayores o las personas que padecen una enfermedad crónica o que están inmunodeprimidos como consecuencia de su tratamiento. Y sí, parece que este concepto ha calado ya en toda la población.

También hablamos de “factores de riesgo”, que son los que potencian el contagio de la enfermedad entre las personas y para ello apelamos a las “3 reglas de oro de la prevención contra el coronavirus”: la higiene de las manos, con agua y jabón o gel hidroalcohólico, la distancia física de seguridad (no personal ni social), de 1.5 a 2 metros y el uso de mascarillas eficaces y seguras. Y este concepto con todos los matices que son necesarios, parece que también está calando en la población muy poco a poco, aunque es cada vez más alto el porcentaje de personas que no cumplen con estos requisitos. Bien es verdad, que no es nada fácil respetar las medidas de las mascarillas y la distancia física cuando empezamos a convivir en sociedad con los demás, en casa, en el trabajo, en la terraza de un bar, en el restaurante o en el gimnasio.

Pero nos falta un concepto más. El de “práctica de riesgo”, que es en definitiva el más importante de todos. Es posible que cuando una persona se autoanalice, piense que él no pertenece a esos “grupos de riesgo”, o que conoce los “factores de riesgo” y por tanto los mecanismos de contagio a través de las gotitas de saliva que todos expulsamos al hablar, al toser, al reír o al estornudar, aunque también al “chillar”, algo que hacemos de forma inconsciente todos, cuando estamos en una manifestación, en un bar, una discoteca o que algunos lo utilizan con frecuencia, como mecanismo de defensa, en los diferentes platós de televisión.

Cuando nos autoevaluamos, ¿nos preguntamos si realmente nosotros, con nuestro comportamiento personal, estamos poniendo de relieve esa “práctica de riesgo”?

Desde hace pocos días algunos estudios científicos intentan demostrar que entre nosotros existen personas que “contagian” más que los demás, y los han denominado como “supercontagiadores”. Se basan en los datos epidemiológicos publicados y plantean la “hipótesis a posteriori”, no contrastada con la evidencia científica, de que algunas personas tienen un componente genético que les hace más contagiadoras que otras, porque son asintomáticas o padecen la enfermedad de forma muy leve, pero tienen una carga viral mayor.

Siempre he estado en contra de la “estigmatización” de las personas, y sobre todo por su condición humana y genética como dicen los investigadores que puede ser el caso.

Pero sí, es verdad que hay personas que contagian más que otras. Y mientras no conozcamos los resultados de estas investigaciones, creo que debemos ser humildes y autopreguntarnos, si cualquiera de nosotros, con nuestra conducta “antisocial, egoísta e irresponsable” al no respetar las reglas de oro de la prevención, estamos teniendo una “conducta de riesgo” para con nuestros semejantes, que potencia el contagio del coronavirus.

Y esta hipótesis sí que no necesita ningún estudio científico que demuestre que es cierta. Son las personas “inconscientes”, que todavía no han entendido ni interiorizado que llevar la mascarilla es un acto de generosidad para no contagiar a los demás, y no para evitar que nos contagien, aquellos que con una irresponsabilidad manifiesta no solo no respetan la distancia de seguridad, ni la franja horaria reservada para las personas mayores, sino que ni siquiera lo intentan y se pegan unos a otros sin pensar en el peligro de contagio que esta actitud insolidaria conlleva, para su salud, la de sus hijos, sus padres, sus abuelos y para la de todos en general.

Mientras tanto, la mayoría de los medios de comunicación se centran en discutir sobre si las manifestaciones del 8 de marzo, y no solo la del Día Internacional de la Mujer, fueron las responsables del aumento de contagio en España, algo que desde luego necesita de pocos estudios científicos; ¿y el resto de manifestaciones que se están celebrando ahora? Las que se hacen con cacerolas, por supuesto que todo el derecho del mundo, pero sin respetar la distancia de seguridad y sin llevar mascarillas, o las que protagonizan tantos jóvenes cada día en las terrazas, en la playa, o las propias familias al encontrarse. Hoy conocemos pequeños brotes que se han producido por estas “pequeñas razones”: En Archena, Lérida, Totana y Tenerife, varios miembros de una misma familia contagiados, y de nuevo aislados, por celebrar este reencuentro tan deseado, pero sin respetar en absoluto las medidas de prevención.

Estos ciudadanos son los verdaderos “supercontagiadores”, los que con su actitud y comportamiento nos obligarán a todos a “volver a la casilla de salida”, y son a los que todos les debemos pedir sin cesar, más solidaridad, más responsabilidad y más generosidad con todos nosotros, porque nos beneficiaremos todos, y ellos también. Les debemos recordar el lema saludable de ¡Yo te protejo, tú me proteges!

(*) Catedrático de Educación para laSalud Universidad Complutense de Madrid @jsanchezmartos