El presidente de EEUU, Donald Trump, considera a los trabajadores de la industria exportadora de armamentos "esenciales" para el país, por lo que no ha permitido que cesara su actividad durante la actual pandemia.

Así se declara en un memorándum de cerca de doscientas páginas en el que se detalla qué sectores son para Washington absolutamente "esenciales".

Como revela la publicación independiente In these times, la industria militar es uno de ellos, a igual título que la sanidad o la producción de alimentos.

Según la citada revista, la planta que tiene la Lockheed Martin en Forth Worth (Texas), donde se fabrica el avión de combate polivalente de quinta generación F35, ha permanecido abierta las veinticuatro horas del día.

Algunos trabajadores se quejan de que esa y otras fábricas del sector de armamentos habrían estado mejor dedicadas todo este tiempo a la producción de mascarillas, de respiradores y demás material protector frente al coronavirus.

Jeniffer Escobar, esposa de un trabajador de esa empresa en Forth Worth, denunció públicamente a la Lockheed Martin por no parar en ningún momento su actividad pese a haberse registrado algunos casos de coronavirus en su plantilla y lanzó una campaña de recogida de firmas para protestar por ese hecho.

Tampoco han suspendido en ningún momento sus trabajos otras plantas de esa empresa como la de Greenville, en Carolina del Sur, que, al igual que la de Forth Worth, trabaja para clientes extranjeros de la industria militar estadounidense.

Pero lo mismo que Lockheed Martin han hecho otros gigantes del sector armamentista como Northrop Gunman, que vende a Corea del Sur y a otros países aliados los drones de vigilancia Global Hawk como el que derribó Irán en fecha reciente.

Otro gran consorcio del sector armamentista, Boeing, cerró provisionalmente las puertas de alguna de sus plantas, obedeciendo a las presiones de los trabajadores tras la muerte de uno de ellos por el coronavirus.

En su deseo de no ver suspendida en ningún momento la producción, el Pentágono llegó a escribir al ministerio mexicano de Relaciones Exteriores para protestar por el cierre en ese país de algunas plantas del sector armamentista pues se interrumpía la cadena de suministro.

Según las últimas cifra publicadas por el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI), en el período 2015-19, EEUU incrementó sus exportaciones de material bélico en un 23 por ciento en relación con el período equivalente anterior.

Sus ventas de armas a otros países representaron el 36 por ciento del total mundial y superaron nada menos que en un 76 por ciento a las del segundo exportador, la Rusia de Vladimir Putin.

La mitad de las ventas de armas norteamericanas fueron a los países de Oriente Medio, y la mitad de las que acabaron en esa conflictiva región del mundo las compró Arabia Saudí.

Entre 2010-14 y 2015-19, las importaciones de armamento de todo Oriente Medio crecieron un 61 por ciento y representaron el 35 por ciento de las importaciones globales, indica también el informe del SIPRI.

Arabia Saudí, país que lleva a cabo una guerra genocida en el Yemen, fue el mayor cliente de tan lucrativa industria: sus importaciones de material bélico se incrementaron en un 130 por ciento entre 2015 y 2019 en comparación con el período anterior.

No es de extrañar que, a la vista de tales negocios, Donald Trump se lanzara entusiasmado a bailar la tradicional danza de los sables durante la recepción que le ofreció en Riad la feudal monarquía de Arabia saudí.