No quiero ser pájaro de mal agüero, pero les comunico que se están registrando movimientos sísmicos por los alrededores de nuestra isla. Ahí lo dejo. Con la rachita que llevamos uno está en un sinvivir. Y cualquier cosa de estas, raras, te pone la mosca detrás de la oreja.

Porque, vamos a reconocerlo, esto va de mal en peor. No hablo de cuando se nos quemaron las islas. Ni de cuando llegó la calima y no veíamos ni tres montados en un diputado. Ni de los dos meses de arresto domiciliario con el miedo en el cuerpo. Ni de la desaparición de los turistas que nos dan de comer a todos excepto a los antisistema. Hablo de que, además de todas estas calamidades, estamos padeciendo un permanente estado de cabreo. Hemos perdido el sentido del humor. O es que igual, como el sentido común, jamás lo tuvimos.

Miren ustedes lo de la jueza que investiga la manifestación del 8 de marzo. Soy de los que piensa que fue una metedura de pata importante. Que los intereses electorales y el postureo de unas ministras, ministros y ministres llevaron a celebrar un acto masivo potencialmente peligroso para el contagio de coronavirus. Pero de ahí a tipificarlo como delito y cargarle el mochuelo al delegado del gobierno en Madrid me parece que media un abismo. Porque esos mismos días se celebraron conciertos y actos públicos, como el mitin de Vox donde Ortega Smith disparaba saliva a la diestra, que es donde esputa la gente de derechas.

A la jueza se le va la mano. ¿Pero qué me dicen del ministro del Interior, Grande-Marlaska? Como es juez sabe perfectamente de qué va eso de la Justicia. Menos lobos caperucita. Lo de ciega y tal, que se lo cuenten a otro. Los jueces miran por la rendija de la venda. Se cabrea porque la Guardia Civil está informando a la magistrada y a él no le filtran nada. Así que se carga a un coronel. Y ya van dos altos mando más que se le escurren entre las manos en lo que parece una demostración pública de cabreo de la Benemérita. Ah, sí. Y el Consejo de Ministros, por sorpresa, decide subir el sueldo a todos los guardias.

Esto apesta tanto, de un lado y del opuesto, que al final uno va a terminar agradeciendo esto de llevar mascarilla. Nos hemos vuelto tan sectarios y tan fanáticos que la moderación parece una cobardía y la prudencia una memez. Después de que la jueza y el juez metieran la pata hasta sus mismísimas puñetas, viene la onda expansiva de un debate en las alcantarillas políticas. Los fanáticos se arrojan verduras e insultos desde las ventanas de esta corrala mediática en que se ha convertido aquel país que cantaba Libertad sin ira.

Y si todo se envenena en manos de estos radicales insensatos, imaginen pasado mañana, cuando la miseria nos queme las tripas, con millones de indignados en el paro. Gasolina en la hoguera de la angustia. Más carne fresca.

Un extraño fichaje

Teresa Berástegui aseguró, en su nota de despedida de Ciudadanos, que le tocaba vivir otra etapa de su “vida profesional”. Siendo que se va a la Viceconsejería de Turismo, que es un cargo político, es toda una declaración de intenciones. Vamos a llamar las cosas por su nombre, ¿verdad? Hay gente que ha hecho de los cargos públicos una exitosa profesión. Y no se le ha conocido ninguna otra. Nacieron en los partidos y han vivido en esa placenta desde que tenemos memoria. Si me pongo a hacer la lista no caben en esta página. Eso no quiere decir que no podrían ser brillantes gestores en la vida privada. Ni lo contrario. Quiere decir justo lo que dice: que solo conocen el mundo público. Es curioso que haya sido alguno de ellos -o de ellas- quienes han deslizado los comentarios más críticos sobre la marcha de Berástegui al equipo de Turismo de Yaiza Castilla. Hay muchos políticos que se han cambiado de partido. Algunos hace muy poco tiempo. Y otros varias veces. Casimiro Curbelo ha fichado a la ex de Ciudadanos y nadie sabe muy bien por qué. Pero él no da puntada sin hilo. Eso, mayormente, es lo que tiene a más de uno con los ojos achinados escrutando el horizonte gomero sin ver más que nubes. Que igual es lo que quiere Curbelo.