Emerge un nuevo virus, el coronavirus 2019-nCoV

En los días previos al nuevo año 2020, asistimos a la emergencia de un nuevo virus del tipo coronavirus (CoV), y, desde ese momento, hemos seguido casi al minuto su rápida propagación, primero a gran parte del territorio chino y sus países vecinos, y desde hace unos meses a nivel global. Los primeros casos de esta epidemia de neumonía viral de etiología desconocida se detectaron el 8 de diciembre 2019 en la ciudad china de Wuhan (provincia de Hubei). El 31 de diciembre, se informó el grueso de casos a la oficina china de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El 1 de enero 2020, se cerró el mercado de Wuhan, supuesto origen del brote y que hoy ya se descarta, con bastante probabilidad, como epicentro del mismo. El 7 de enero se anunció el descubrimiento de un nuevo CoV, denominado primeramente por la OMS como 2019-nCoV y posteriormente como SARS-CoV-2, siendo considerado como el agente responsable de estas neumonías.

¿Qué implica la emergencia de un nuevo CoV?

Hasta el momento, se conocían 6 CoV que afectan al hombre (hCoV). 4 de ellos cursan con infección leve (hCoV-229E, hCoV-OC43, hCoV-NL63 y hCoV-HKU1), y 2 cursan con infección letal (SARS-CoV-1 y MERS-CoV). 2019-nCoV es, por tanto, el séptimo CoV humano y el tercero que cursa con infección letal. Un nuevo coronavirus es, por tanto, una nueva cepa de esta familia que no ha sido identificada previamente en humanos, y para el que no tenemos inmunidad grupal ni individual alguna. Esto implica que no hemos desarrollado defensas contra este virus, porque nunca nos habíamos expuesto a él, ni de forma natural ni por vacunas, y observando su eficacia de transmisión y el grado de letalidad, debemos actuar con la mayor celeridad posible para paliar el impacto sanitario y socio-económico de este CoV.

Origen y reservorio natural por determinar

Es urgente determinar el origen de este virus, su reservorio natural, para entender cómo nos hemos infectado y desplegar las medidas adecuadas de control de brote, y que nos permitirá actuar frente a brotes pandémicos futuros. Lo más probable, como ocurre con otros CoV humanos, es que haya recombinado de dos CoV distintos en un animal que denominamos intermedio, donde el nuevo virus ha adquirido la competencia para saltar a la especie humana e infectar nuestras células y tejidos. Varios estudios señalan a los murciélagos como el origen probable de uno de los virus que, tras infectar el animal intermedio, habría recombinado con un segundo CoV de esa especie intermedia. Sin embargo, encontrar esta especie intermedia y el segundo CoV que dio origen al virus 2019-nCoV (SARS-CoV-2) está siendo una tarea muy difícil. En este sentido, se han propuesto varios candidatos a reservorio natural, desde la civeta, serpientes y pangolines, a, más recientemente, gatos, hurones y visones. Esta tarea detectivesca se hace evaluando las relaciones evolutivas entre los CoV, en particular, los betacoronavirus (betaCoV) a los que se asemeja 2019-nCoV (SARS-CoV-2) y que afectan al hombre, y la amplia variedad de CoV descritos en animales. El resultado más prometedor muestra al virus bat-CoV RaTG13 de murciélagos (especie Rhinolophus affinis) como el más estrechamente relacionado con SARS-CoV-2, con un 96% de homología genómica, seguido por el aislado viral MP789 del pangolín Sunda (Manis javanica), con un 91% de homología. Estos datos respaldarían que los murciélagos estén detrás del nuevo coronavirus, si bien, respecto del pangolín, aún no se puede confirmar a ciencia cierta su implicación. Ahora mismo, por tanto, los CoV de animales más estrechamente relacionados con los betaCoV están bajo sospecha, siendo objeto de una extensa investigación.

Nomenclaturas SARS-CoV-2 y COVID-19

Como acabamos de comentar, a finales de diciembre de 2019, la OMS denominó 2019-nCoV al virus causante del brote de la enfermedad respiratoria inusual detectada en Wuhan, donde la “n” señala “nuevo” virus, y “2019” el año de su descubrimiento. Posteriormente, el 11 de febrero de 2020, la OMS nombró a la enfermedad causada por el virus 2019-nCoV como enfermedad por CoV 2019 (Covid-19). Ese mismo día, el Grupo de Estudio de Coronavirus (CSG, por sus siglas en inglés) del Comité Internacional de Taxonomía de Virus (ICTV, por sus siglas en inglés) publicó en la revista científica de acceso libre BioRxiv la propuesta de designar al virus 2019-nCoV como el CoV 2 del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS-CoV-2). Si bien, al principio, el CSG no tenía la intención de hacer referencia alguna al SARS en el nuevo nombre, la propuesta se fundamenta en el análisis filogenético de otros CoV relacionados. Cabe decir que este virus SARS-CoV-2 causa un cuadro mucho más grave y complejo que un SARS, en cuanto a las características biológicas, epidemiológicas y clínicas de la infección y su evolución. Al final se optó por el nombre de SARS-CoV-2 para indicar que, como mínimo, este virus causa un cuadro grave de SARS o similar, para ayudar a identificar la gravedad de la infección viral y enfermedad asociada a científicos y personal sanitario que no son expertos en virología, al igual que a la ciudadanía en general. Como era de esperar, este nombre no está exento de críticas, principalmente atendiendo a las características biológicas, epidemiológicas y clínicas de la infección por el nuevo CoV, y porque tampoco es coherente con el nombre de la enfermedad Covid-19, que no recoge la idea de un cuadro respiratorio SARS ni la de afectación de múltiples órganos que la hace mucho más compleja que un simple SARS. De hecho, el virus SARS-CoV-2 es diferente al SARS-CoV-1 y a todos los otros CoV similares que están relacionados con cuadros de síndrome SARS.

Además de la complejidad de dar un nombre a un nuevo virus y a la enfermedad, hay que contemplar que intervienen dos organismos distintos: el ICTV, que es responsable de nombrar nuevas especies virales, y la OMS que nombra las enfermedades causadas por estos virus emergentes. Así, el ICTV establece formatos estandarizados para clasificar virus. Bajo estas reglas, un virus recién descubierto normalmente se asigna a una especie viral en función de su similitud en la organización filogénica y de taxonomía a virus ya establecidos. Por esta estrategia, el nuevo virus 2019-nCoV se emparenta con el virus SARS-CoV-1, al cual se le consideraría como el aislado viral primario que define la especie. Así, la especie de CoV de SARS incluye virus como el propio SARS-CoV-1, el SARS-CoV_PC4-227 y el SARSr-CoV-btKY72. Por tanto, SARS-CoV-2 sería el nuevo miembro de esta especie viral. Como dijimos antes, el uso de SARS para nombrar al SARS-CoV-2 no atiende realmente al cuadro estricto de la enfermedad que causa, que es mucho más compleja que un SARS, sino que es una extensión natural de la práctica taxonómica que lo relaciona con el virus fundador de la especie de virus SARS, el SARS-CoV-1. En otras palabras, los virus en esta especie pueden denominarse SARS independientemente de si causan o no enfermedades similares al SARS.

Contrario a estos argumentos y sobre la base de sus características clínicas, virológicas y epidemiológicas especiales, que alejan al nuevo CoV del SARS-CoV-1 y de otros CoV SARS, un grupo de virólogos propone llamarlo coronavirus humano 2019 (HCoV-19). Este grupo, además, indica que el nombre HCoV-19 ayudaría a los científicos, y al público en general, a una mejor comunicación consistente con el nombre OMS para la enfermedad, Covid-19. Así, el nombre SARS-CoV-2 implica que este virus es un patógeno del SARS, pero en realidad, la Covid-19 es una enfermedad mucho más compleja que un SARS, por lo que el nombre SARS-CoV-2 puede inducir a error al tratamiento y la prevención de la Covid-19. Estos argumentos también se alinean con el hecho que el virus 2019-nCoV (SARS-CoV-2) está todavía en evolución, siendo demasiado pronto para predecir el resultado del brote actual y, por tanto, para dar un nombre definitivo que incluya SARS. De hecho, algunas predicciones apuntan a que SARS-CoV-2, conservando su alta transmisibilidad, podría evolucionar a un CoV menos o poco letal y estacional para la época de invierno, como ocurre con los virus influenza que causan la gripe estacional. Si este fuera el caso, el nombre SARS-CoV-2 podría tener efectos adversos, en brotes futuros o estacionales, sobre la estabilidad social y el desarrollo económico de países donde el virus cause epidemia estacional sin cuadros SARS ni los más complejos que caracterizan a la Covid-19. Por tanto, el nombre de HCoV-19 distinguiría a este nuevo CoV del virus SARS-CoV-1 y de la familia de CoV SARS, siendo consistente con el nombre OMS para la enfermedad actual que causa.

Sin embargo, los defensores de la nomenclatura SARS-CoV-2 consideran que este nombre no afectará a la estabilidad social y el desarrollo económico en los países afectados por futuros brotes. Además, dado que el reservorio natural de SARS-CoV-2 no se conoce bien, este nuevo CoV podría emerger en un futuro próximo. Este escenario ya ha ocurrido con la transmisión del CoV relacionado con el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS-CoV), del que se han descrito varios eventos de propagación de camélidos a humanos, con cuadros de infección SARS graves y alta letalidad (40%-60%). Por lo tanto, mantener SARS en el nombre de virus emparentados con la especie de SARS-CoV-1, como SARS-CoV-2, sería beneficioso para mantener la alerta y estar preparados, respondiendo rápida y adecuadamente en futuros brotes de este nuevo CoV. Sin embargo, y sólo en el caso que SARS-CoV-2 se atenuara significativamente, hasta el punto de convertirse en un nuevo virus de baja o nula patogenicidad, algunos científicos del ICTV considerarían nombrar a dicha cepa viral evolucionada como un CoV humano de baja patogenicidad (LPH-CoV, por sus siglas en inglés), o asumir el nombre propuesto alternativo de HCoV-19.

Como podemos constatar, el nombre de una enfermedad y su patógeno viral causante pueden llegar a ser totalmente diferentes, como ocurre también, por ejemplo, con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) que lo causa. Esta complejidad subyace claramente en los nombres SARS-CoV-2 y Covid-19, dando muestras de la difícil tarea de dar nombre a un virus emergente y su enfermedad, por todo lo que implica a nivel científico, médico, económico y social.

(*) Virólogo, Director del Grupo Inmunología Celular y Viral de la ULL