Nos advierte el conocido filósofo italiano Massimo Cacciari del peligro de que muchas de las cosas que estamos aceptando por la necesidad de hacer frente al coronavirus vayan a continuar una vez pasado lo peor de la pandemia.

Suele ocurrir, comenta Cacciari en un artículo en el semanario L'Espresso, que en momentos como éste, de crisis, cuando más falta haría intentar entender las causas y consecuencias de lo que sucede, disminuya en cambio nuestra atención, nuestra capacidad de reflexión.

Y tenemos propensión a fiarnos de datos comunicados a veces por auténticos expertos, pero "decretados", en otras ocasiones, "a modo de dogmas por el condottiero de turno y su grupo de trabajo".

Hay que estar especialmente atentos, nos advierte el filósofo y ex alcalde de Venecia, a que las limitaciones de libertades y derechos que aceptamos ahora no se prolonguen en el tiempo y se conviertan en eso que llaman los gobiernos la "nueva normalidad".

Se muestra Cacciari especialmente duro con lo que ve que sucede en su país y se pregunta cuánto tiempo, por ejemplo, lleva ya su Parlamento "en cuarentena", limitándose substancialmente a "ratificar los decretos del poder ejecutivo".

Radicalmente pesimista ante el panorama, Cacciari dice no ver ninguna señal en la gestión de la crisis de que las cosas vayan a cambiar, de que vayan a llevarse a cabo reformas radicales en la forma de funcionar del Parlamento o en la relación entre los distintos niveles del Estado.

Antes bien, advierte el filósofo, se interpreta la crisis como "una manifestación de la necesidad de acelerar el proceso de liberación de los ejecutivos, de los gobiernos y de sus líderes de cualquier obstáculo de tipo asambleario".

"Si en el mundo contemporáneo, la emergencia es endémica, toca decidir al Soberano y sólo al Soberano, independientemente de quien sea. Vuelven las viejas metáforas de la nave en medio de la tempestad y del timonel único al mando".

"Pensémoslo bien antes de que sea demasiado tarde, antes de adoptar poco a poco, inmunizándonos, modelos chinos o putinianos y de sus nietecillos europeos", escribe Cacciari en clara alusión, entre otros, al jefe del Gobierno húngaro, Viktor Orbán, pero también a personajes como el líder de la Lega, Matteo Salvini.

Porque la crisis "genera pulsiones que pueden volverse irresistibles hacia soluciones burocrático-centralistas. El llamamiento populista a la seudo-soberanía de Estados minúsculos se basa en tales pulsiones·".

En concreto, el filósofo italiano nos advierte de fenómenos que deberían preocuparnos a todos como el hecho de que las limitaciones que ahora soportamos acaben convirtiéndose, por decisión de algunos, en el "preámbulo a una especie de obligación sanitaria".

Es decir que acaben introduciéndose leyes que permitan que seamos "rastreados" en todo momento e interrogados sobre nuestras condiciones físicas.

¡Qué económico sería, escribe, "estar siempre en casa: un profesor podría servir a mil clases; no habría tráfico ni pérdida de tiempo ni de espacios. Reuniones, conferencias, oficinas, qué organización arcaica del trabajo!", escribe en tono sarcástico.

"¿Qué necesidades tendríamos del contacto personal? Del contacto al contagio sólo hay un breve paso (€) La información lo es todo, la comunicación, que sólo se produce mediante el contacto directo, el hecho de mirarse a la cara, es un lujo".

"Pensemos en todo esto, nos advierte el filósofo, porque esas pulsiones corren por todas partes y se expresan cada vez con mayor nitidez en hechos concretos. Pensemos también en las grandes potencias que sostienen y comparten esa particular visión del mundo".

"Cada día de crisis son miles de millones de beneficios para Amazon, para Google y demás compañía. El colosal sistema de los grandes datos recogerá miles de millones de informaciones sobre nuestras personas, acabará con los últimos vestigios de nuestra intimidad".

" Y seguirán (esas empresas) sin pagar impuestos por la impotencia de los pequeños Estados o por su simbiosis con los grandes sistemas políticos. La libertad del "estemos en casa" tendrá ese coste inevitable. Hay en el hombre una natural servidumbre, decían los sabios, y puenosde ocurrir que queramos pagar ese precio". Materia de reflexión la que propone Massimo Cacciari.