Quizás sea cierto que ayer, a primera hora de la tarde, Pedro Sánchez temió que Ciudadanos se rajaría y no apoyaría la extensión del estado de alarma. Supuestamente lo que hizo fue llamar a Adriana Lastra para encomendarle alcanzar el respaldo de los cuatro orcos de Bildu. Lastra no ha pensado jamás. No es su trabajo. Es una aparatista que solo rinde cuentas frente a su secretario general. Si le pidiese cualquier cosa extravagante -arrojarse por una ventana, adquirir un elefante, leer un libro- Lastra lo haría sin dudarlo. Es su principal virtud. Yo casi lo estoy viendo. Piden derogar la reforma laboral de 2012. Huum, bueno, eso lo llevamos en el programa, es verdad que no planeamos una supresión total, pero ya abriremos más adelante un calendario, ¿no? Y después pretenden que su Gobierno autónomo, sus diputaciones forales y sus ayuntamientos puedan gastarse el superávit. Eso, sin duda, es más jodido, pero, ¿no dice Calviño que después del verano está dispuesta a autorizar parte del superávit? Sí, de acuerdo, solo una parte, discretamente, pero con eso es suficiente, ya veremos el año que viene. Esto está así, presidente. Vale. Deja llamar a Iván. Yo creo, Pedro, que hay que tirar palante. Además, y permíteme una de mis geniales consideraciones estratégicas, les das eso a Bildu y quizás puedan exhibirlo para sacarle dos o tres escaños en las elecciones vascas al PNV, y ya sabes nos conviene un PNV más debilitado a fin de renovar el pacto en el Gobierno vasco. Pues firma Adriana, pero sean discretos: hasta después del pleno nada. En media hora está rubricado, presidente. Y ya está más o menos.

La mayoría que invistió a Pedro Sánchez ya se ha roto. Y no volverá a recomponerse. Ocurre por el ventajismo político del presidente del Gobierno, por una estupidez suertuda que ha confundido con la audacia, por una irresponsabilidad empapada de cinismo y porque cree que conoce el precio de todo, pero ignora el valor de nada. ¿Un Gobierno con una base electoral de 155 diputados puede enfrentarse, con un mínimo de solvencia operativa, a una situación como la que se nos viene encima, la más honda y destructiva crisis económica desde la guerra civil, con la amenaza del hambre en puertas y unos compromisos europeos que llevará a España a asumir condicionamientos a su política económica y fiscal? No. No puede. Como tampoco es factible un gobierno alternativo con los mismos mugrientos , si se quiere evitar elecciones solo puede abrirse un camino: deshacer las estupideces andadas a través de un pacto de Estado con el PP abierto a otras fuerzas políticas de centroizquierda y centroderecha (desde Más País, el BNG, Compromís y NC al Ciudadanos, el PNV y Coalición Canaria). Con una agenda política clara y dirigida a la contención de la emergencia sanitaria, a la reconstrucción económica y al mantenimiento de la cohesión social gracias a los fondos de la UE y al endeudamiento que pueda asumir el Estado español. Un Gobierno del que esté excluido el populismo de izquierda, la ultraderecha y el chantaje de las fuerzas independentistas. Un Gobierno con un horizonte temporal de dos años y que convocaría elecciones en la primavera o el otoño de 2022.

Entiendo que pueda considerarse una fantasía y más de uno sonreirá al leerlo, porque con esta fórmula Pedro Sánchez ya no será el príncipe coronado de la socialdemocracia posvírica. Pero es que la continuidad de este enjambre sórdido, mercachifle y barato es peor que cualquier pesadilla.