No existen precedentes de que ninguno de los anteriores presidentes hubiera recibido los resortes del poder con la celebración y aprovechamiento del actual para la plena disponibilidad de sus atributos, en un sentido patrimonialista del Estado, trémulo émulo de las monarquías absolutistas y regímenes izquierdistas: Castro, Maduro, Kirchner, Morales, Ortega. Cuando el poder es la gran oportunidad para proyectos y programas, se hace el máximo uso funcional de ese poder, como anunció Alfonso Guerra: cambiar España hasta hacer que no la reconociera ni la madre que la parió. Y lo hicieron. Lo penoso es que sobre la cartografía que debieran dibujarse las líneas de la política y economía ahora estas sean psicológicas, solo cuenta la ambición, el reparto del poder, de dos políticos considerados como ególatras delirantes y biografías parejas en deshacerse de competidores. Querían que todos entrasen como fuera, satisfacer esas pulsiones acuciantes y nada de plantearse programas viables. En lugar de fines concretos, políticas a realizar que es un mundo absolutamente ignoto para ellos se entronizaba el significante "progreso", que es algo que está en las cabezas de Patxi López y Lastra en locución directa con el devenir incierto del viento racheado.

La flagrante inmoralidad política viene dada por ecuaciones ominosas: la relación entre la escasez y necesidad de la ciudadanía y el mantenimiento de las altas retribuciones del gobierno y políticos sin distinción; la destrucción generalizada de puestos de trabajo y la conservación de 23 ministros en ministerios fantasmas y titulares ocultos o zascandiles; las pérdida galopante de empresas y el incesante nombramiento de cargos públicos y asesores, en número nunca antes visto saltándose a los funcionarios de carrera. Con dudosos presidentes de comunidades de vecinos ministros, como el insuficiente Garzón, la limitada Yolanda Díaz. El pandemoniun de ineficacia, indecisiones, falta de transparencia y rendición de cuentas, ingobernabilidad, incapacidad, irresponsabilidad, ideologización de temas como forma de soslayar la incompetencia, priorizar ajustes de cuentas políticos, arbitrariedad, la mentira como método y comunicación de gobierno, de lo que no hay antecedentes ninguno. Talla política aberrante, mafiosa, humillante.

Un gobierno que pide "obediencia", controla a los ciudadanos, no responde al parlamento, a ciegas por completo a lo que salga: quiebra, ruina, voladura del estado de bienestar, intervención de shock de la economía, pandemia de miseria, hambre y delincuencia, desindustrialización definitiva. Suena ¿sostenibilidad estatal?

De joven para fiestas y bares eran buenos bohemios, golfos, extravagantes, de mayor a lo único que aspira uno es a que le gobiernen abogados del estado pero sin un solo juez, mucho menos activistas analfabetos, o políticos profesionales de desecho sin donde poder ir.