Pablo Iglesias volverá a ser elegido secretario general de Podemos en la denominada Vistalegre 3, la tercera Asamblea Ciudadana Estatal, iniciada telemáticamente el pasado viernes, y que concluirá este jueves. En ese tiempo, los inscritos podrán elegir entre el toledano Fernando Barredo, y Pablo Iglesias, en un congreso en el que no habrá debate de candidatos, ni presentación de candidaturas, ni proyecto político a discutir. Sencillamente, se vota para elegir entre el desconocido Barredo e Iglesias. Inicialmente, el proceso de elección contemplaba un período de campaña, entre el 10 y el 20 de marzo, donde las dos candidaturas debían enfrentarse en debates abiertos. Podemos eliminó el debate de las primarias, alegando la inconveniencia de evidenciar conflictos internos durante el Estado de Alarma. Pero no se ha retrasado la votación: Iglesias podría haberla retrasado, pero prefirió acelerar el calendario, para que se produzca con el menor ruido.

Iglesias plantea una profunda revisión de las tradiciones podemitas, de las que prefiere no hablar, para evitar cualquier publicidad a los cambios que espera incorporar en el partido: suprimir la limitación salarial en los cargos públicos equivalente a tres salarios mínimos interprofesionales, eliminar la limitación de mandato de los altos cargos para que puedan durar más de doce años y asumir la existencia de militantes, de mayor rango y con más derechos que los inscritos en los círculos, que tendrían que pagar una cuota al partido para poder participar en los procesos electivos. El nuevo sistema, que recupera el concepto de centralismo democrático que define a los partidos leninistas, reduce la participación, haciendo que sean quienes paguen la cuota los únicos que podrán elegir a la dirección.

Cooptación de los cargos, mandatos prolongados y privilegios antes denunciados como propios de la casta, adelantan el final de la etapa de Podemos antes de llegar al poder. Ahora, el sueño de un partido transversal, anticentralista, autogestionario y anticasta, ha saltado por los aires. Con los errejonistas liquidados y los anticapitalistas excluidos de cualquier debate, Podemos se redefine como un partido comunista más, con direcciones autoritarias, procesos electorales internos sin publicidad, controlados por dirección, y una merma de la democracia. Desde Vistalegre 1 a este apaño, pasando por las trampas que convirtieron Podemos en la finca de Iglesias en Vistalegre 2, el proceso ha concluido.

El adversario de Iglesias, Barredo, lleva semanas intentado hacerse un hueco en los medios para denunciar la apertura del censo por sorpresa, una maniobra que favorece al pablismo, y ha solicitado al Comité Electoral la impugnación del proceso. Presentó en un juzgado toledano la petición de medidas cautelares para paralizar la Asamblea Ciudadana, mientras no se resuelva la denuncia interna presentada contra Iglesias, Irene Montero, Noelia Vera e Ione Belarra por acaparar cargos públicos y orgánicos en contra de lo que establecen los estatutos del Partido. La denuncia contra los principales dirigentes del partido fue bloqueada a su paso por la Secretaría de Organización. Alberto Rodríguez ha sido también acusado de esconder la denuncia para que no llegue a la Comisión de Garantías. Barredo exagera: la Comisión de Garantías podemita es también un órgano controlado por la dirección. Nunca ha fallado contra la dirección del partido.