Recuerdo un almuerzo con Juan José Hidalgo, presidente de Air Europa, en la que dejó claro que ser empresario es un plus al asesoramiento científico y técnico, pues solo él tiene la perspectiva global sobre el riesgo y la oportunidad y apostilló que si solo tuviera en cuenta los criterios de sus directivos, no crearía ninguna empresa.

Estas semanas nos hemos enfrentado a la gestión de la pandemia del COVID-19. En la primera etapa, denomínela "sanitaria, los científicos han hecho sus previsiones y ante la ausencia de medios e infraestructuras sanitarias determinaron que solo cabía confinar en sus casas a toda la población. Por consiguiente, o como daño colateral, que la economía se suspendiera.

No deja de sorprender que, como en todas las artes y ciencias, hay varias escuelas que también justifican todo lo contrario, aunque ningún político que se precie podía quedarse sin hacer nada y dedicarse a contar personas infectadas o fallecidas.

Como consecuencia de la premisa aceptadas, volveremos a tasas del 40% de paro en Canarias y el coste para el Estado de las medidas superarán con creces haber tenido habilitado y suficientemente dotado un plan de emergencias adecuado.

El coste de los necesarios ERTES, ayuda para Autónomos y rentas sociales nos llevarán a un déficit presupuestario de más de 100.000 millones de Euros y los créditos ICO con el aval del Estado sumarán otros 100.000 si todo sale según las previsiones iniciales. La disminución de ingresos públicos aún no está definitivamente presupuestada.

Ahora viene la siguiente etapa, llamémosla "económica", donde será necesario reactivar la economía, por lo que habrá que sumar importantes sumas de dinero dentro de un presupuesto encorsetado y vigilado por la Unión Europea que está a la espera de un plan de viabilidad, o la recuperación de la estabilidad presupuestaria para seguir jugando en la champions ligue del euro.

Ni que decir tiene que estas medidas tienen que ser eficaces y aplicadas en el momento justo y para el tiempo necesario. Este País se enfrenta a una situación tan importante que no se puede dejar en manos de los científicos.

Necesita líderes contra la desesperanza, que deben emerger entre los representantes de empresarios, trabajadores y políticos comprometidos, para volver a una realidad sostenible, escuchando a la economía real y comprometiéndose para tomar las decisiones acertadas.

Manejar riesgos implica minimizar errores. Multiplicar las palancas necesarias para apuntalar los puntos fuertes. Nadie quisiera escuchar que el estado del bienestar ha caducado.

Ni que decir tiene que ese diálogo debe ser ponderado convenientemente por la idiosincrasia del territorio que, en el caso de Canarias cuenta de antemano con el reconocimiento europeo de su condición R.U.P. que confiere el derecho a un sobre presupuestario complementario que debería incrementarse de manera inmediata.

Canarias no puede depender solamente del reparto proporcional del Estado en base a su población, del 4%, pues no tendría en cuenta nuestro tejido empresarial de marcado peso en el sector servicios (turismo, hostelería y comercio) junto a la construcción, que supera el 80% de la economía, comparado con el resto del territorio donde la industria y la innovación tienen un peso significativamente superior.

A esto tenemos que añadir que nuestra población es de 2,2 millones de personas a la que hay que añadir 16 millones de turistas anuales que han desaparecido de las islas por las limitaciones en el transporte de personas y han sido parte del plan de viabilidad de muchos proyectos empresariales, sin los cuales su futuro está cuestionado.

Hoy, Canarias es más R.U.P. que nunca, pues este concepto europeo se ha aferrado en el gran público, que no era consciente de que dependemos mas de que nunca del transporte y nuestra insularidad, para traer y abastecer de personas y suministros para apuntalar la riqueza y el empleo de las Islas.