Hemos comenzado la vuelta a la normalidad, aunque las consideraciones económicas nos hacen ir un poco más rápido de lo que sería deseable desde un punto de vista sanitario. Estoy de acuerdo en que necesitamos hacerlo, eso sí, con prudencia, evitando las improvisaciones iniciales y con unas normas claras y mucho mejor explicadas.

Entramos en una época en la que la Salud Pública necesitará mayores inversiones, mucho más personal, estructuras de información más ágiles, mejoras en la logística de distribución de material y unos dirigentes con experiencia suficiente en todos los niveles.

En el tema económico todos sabemos cómo está la Sanidad, una inversión con respecto al PIB muy inferior al de la mayoría de los países de la UE. En Canarias, en 2018, con 1.399 euros por habitante, estamos en el antepenúltimo puesto de todas las autonomías. Con respecto a la contratación de nuevo personal médico y sanitario, ni siquiera se reponen todas las personas que se jubilan -ley de reposición- y el nivel de eventualidad es la mayor lacra del Servicio Canario de la Salud. Los nuevos especialistas emigran a otras comunidades autónomas con mayor estabilidad laboral o a otros países con mejores condiciones económicas. Las condiciones de contratación en nuestro país son de risa si las comparamos con el resto de los países de la Unión Europea.

Y con este panorama, se siguen encargando nuevas tareas al personal médico: seguimiento y rastreo para el SARS-CoV-2 en atención primaria, nuevas consultas de tarde para evitar acumulación en salas de espera, incremento de los consultas telefónicas -intentando que además se diagnostiquen sin conocer a los pacientes, lo cual se salta la deontología médica, a día de hoy-, más visitas domiciliarias, triajes en zonas sin la suficiente intimidad y saltándose la obligación de secreto profesional, más camas hospitalarias para determinadas especialidades que necesitan personal de una alta formación al igual que los laboratorios... Pero cuando se les pide un aumento de las contrataciones y de la estabilidad de los puestos de trabajo, nada de nada.

La cadena de información al personal chirría de una manera que ni con 3 en 1 arranca, y algunos cargos de nivel medio, acostumbrados a una rutina entumecedora, a veces ni se molestan en informar. Los nombramientos provisionales tampoco ayudan.

La logística de distribución de material es manifiestamente mejorable: se debe evitar abusos y no caer en la racanería. No se siguen las normas de reposición de material aislante que indican las fichas técnicas, ni las indicaciones de la UE de necesidades en cada puesto de trabajo. Las normas deben ser las mismas, independientemente de las disposiciones de material.

De la formación mejor ni hablar... Los médicos suelen hacerla fuera de su horario laboral y con sus propios recursos, cuando es la empresa la que según la ley debería hacerlo.

Mención aparte merecen también nuestras infraestructuras sanitarias, en especial en Tenerife, donde nuestros hospitales tienen una media de 50 años, haciéndolos ineficaces para atender las necesidades de la población en una pandemia, y que podemos extender a nuestros centros de salud, no tan antiguos algunos, pero diseñados con una cortedad de miras alarmantes para afrontar una situación como la que vivimos y viviremos con garantías sanitarias para evitar contagios.

Con este panorama y ante la incierta situación que ha provocado el SAR- CoV-2, ¿creen ustedes que estamos en las mejores condiciones para afrontar la llamada desescalada o un nuevo incremento de la curva de contagios?

También tenemos que apelar de manera muy especial a la responsabilidad de todas las empresas, de todos los sectores. Ellas serán también una parte fundamental en esta vuelta a una normalidad diferente.

Seguiremos confiando en el sacrificio y la responsabilidad del personal de salud y de la ciudadanía... Y en nuestra suerte, porque de eso sí hemos tenido, mucha y muy buena, suerte.

Presidente del Colegio Oficial de Médicos de Santa Cruz de Tenerife