Sánchez quiere que la última valga por dos: el presidente pretende una nueva prórroga del estado de alarma vigente, pero que dure el doble, hasta el 24 de junio. Gobernar con poderes extraordinarios, limitando el control al Gobierno al máximo es mucho más fácil que hacerlo con un Parlamento del todo operativo y con los mecanismos judiciales y legales plenamente en funcionamiento. Es probable que el presidente se acostumbrara a gobernar sin tener que dar cuentas durante su larguísima etapa en funciones: Sánchez arrastró su Gobierno entre la legislatura fallida en la que censuró a Rajoy, pero fue incapaz de aprobar los presupuestos, la siguiente, en la que no pudo lograr la investidura, y esta legislatura, hasta sumar nada menos que 254 días de Gobierno en funciones y con el único control parlamentario de la Diputación Permanente del Congreso. En ese larguísimo tiempo, Sánchez gobernó por decreto, gracias a aquella ruinosa 'kermesse' de consejos ministeriales con fines electorales, que dio en llamar 'viernes sociales'. Antes de iniciarse la crisis del coronavirus, el de Sánchez era ya el segundo periodo de excepcionalidad más longevo de la historia de la democracia. El primero sigue siendo el que sufrimos los españoles entre finales de 2015 y mediados de 2016, cuando Rajoy tardó 314 días en lograr el apoyo del Congreso para ser investido. Al finalizar la cuarta prórroga, aprobada 'in extremis' con sólo 178 votos a favor, Sánchez ya habrá superado a Rajoy. Y aún quiere alargar esta situación un mes más, si consigue el apoyo del Congreso, algo que le es más fácil ahora que cuenta con Ciudadanos para las prórrogas, y con Esquerra y el PNV para seguir.

La Constitución y la Ley Orgánica de 1981 que desarrolla el estado de alarma plantean que el Gobierno lo solicite cada quince días. Así nos lo recordó Sánchez en su primera petición cuando nos dijo que buscaba "hacer pedagogía" sometiéndose a control parlamentario. Las cosas cambian, y ahora prefiere que la próxima prórroga sea más larga -un mes entero-, para evitar el desgaste de someterse al Parlamento cada dos semanas. Quizá tema quedarse sin prórroga, con parte de los ciudadanos aún sin salir de primera fase. Debe pensar el presidente que mantener su capacidad de gobernar por decreto y hacer lo que estime conveniente, sin transparentar decisiones y contratos, ni negociar o consensuar objetivos y estrategias con nadie, es imprescindible para poder afrontar esta crisis sanitaria. Probablemente piense en el futuro que esos poderes extraordinarios también deban mantenerse para superar la crisis económica.

Es un pequeño drama que un Gobierno liderado por el partido más importante de la democracia española tenga tan poca confianza en el funcionamiento de la democracia y su complejo sistema de poderes y contrapoderes. Porque el problema no es reconocer que el Gobierno puede necesitar de medidas excepcionales para guiar al país en la senda de la recuperación. El problema es empeñarse en que esa necesidad sólo se resuelve desde el estado de alarma, la pérdida de derechos constitucionales y la imposición de una visión. En política, único y unido no son sinónimos, ni significan lo mismo?

Sánchez suele llenarse la boca recordándonos que España es un país plural. Sin duda lo es, plural, complicado y muy contradictorio. Pero la receta para esa unidad de los españoles que nos pedía ayer no pasa por imponer el criterio de una parte del país a la otra.