La conmoción causada por el entendimiento entre el Gobierno y Ciudadanos deja entrever que la sensibilidad política de los españoles está a flor de piel. Lo que ha hecho la formación naranja en la primera oportunidad que ha tenido es cumplir su promesa de pactar con los partidos mayoritarios y moderados. Gobierna en varias comunidades autónomas con el PP y acaba de negociar sin dificultad con el gabinete de Pedro Sánchez medidas económicas y políticas coyunturales de cierto calado. Así pues, Ciudadanos continúa en la misma línea política que adoptó después de la derrota electoral de noviembre, cuando propuso un gran acuerdo a tres con socialistas y populares. Sin embargo, todo parece distinto. La novedad, más que en Ciudadanos, reside en la actitud del Gobierno y en la retirada del apoyo por parte del PP en un momento crítico, con la opinión pública muy pendiente de las decisiones políticas.

El jefe del Ejecutivo evitó in extremis una derrota parlamentaria de incalculables consecuencias. Al verse perdido, el equipo de Moncloa no dudó en acudir sigilosamente a Inés Arrimadas y proponerle una confluencia que podría resultar de interés para ambas partes. El Gobierno sacaría adelante la prórroga del estado de alarma y Ciudadanos podría recuperar un espacio político propio. La entente de Ciudadanos con el PSOE, dos partidos que un día aspiraron a gobernar juntos, ha dejado al PP desbordado, sin aliento y con el fantasma de la crisis acechando su cetro, el gobierno autonómico de Madrid. No ha medido bien su movimiento hacia la abstención, que ha supuesto un paso en falso en la pugna que mantiene con el PSOE. Antes de darlo, quizá debería haber conversado con Ciudadanos.

Las especulaciones sobre el significado lo ocurrido en la sesión del Congreso no cesan. El Gobierno proclama que todo sigue igual, pero Podemos se muestra cauteloso, a la espera de nuevas iniciativas para posicionarse. Por el contrario, los partidos nacionalistas han reaccionado con visible nerviosismo ante la presencia de un intruso, dispuesto a merodear alrededor de la coalición gubernamental formada a propósito de la moción de censura contra el PP, y han elevado el tono de sus advertencias. La insistencia de Arrimadas en tender puentes para negociar eventuales prórrogas del estado de alarma y los presupuestos del próximo año están provocando una desorientación general y han enrarecido un poco más el panorama político.

Pero dejémonos de conjeturas y reparemos en los hechos constatados. Una vez más, ha quedado demostrado que el Gobierno no quiere negociar con el PP. Pero sí admite la posibilidad de llegar a acuerdos con Ciudadanos. De esta manera, el Gobierno puede jugar a dos bandas, a conveniencia, mientras unos y otros se lo consientan. En cualquier caso, la disponibilidad de Ciudadanos le concede en principio la oportunidad de ensamblar una mayoría parlamentaria distinta. El voto decisivo no sería ya el de ERC, sino el del PNV, un partido que se comporta con una actitud más pragmática. Ciudadanos conseguiría con este giro autonomía y tiempo. Así podría constatarse que del mismo modo que el PSOE no es igual que Podemos, el PP, VOX y Ciudadanos también son partidos diferentes.

La situación, no es preciso decirlo, es complicada. Arrimadas se va a retirar de la escena por un tiempo dejando a Ciudadanos en una posición muy ambigua. Dirigentes del partido con un liderazgo escaso tendrán que gestionarla, tomar decisiones muy comprometidas y hacer ver a los desorientados afiliados y votantes la razón y el objetivo de esta estrategia. Pero será el Gobierno el que deba definir el alcance de su acuerdo con Ciudadanos, si está dictado por la necesidad surgida en una circunstancia irrepetible o entra en algún plan diseñado a medio plazo para vadear la depresión económica que viene, sin hipotecas soberanistas. El contacto del Gobierno con Ciudadanos ha aumentado la confusión en la esfera política y, además, la aproximación entre ambos implica riesgos para la mínima estabilidad que había en las relaciones entre los partidos. Pero, por otro lado, rompe los bloques y amplía el abanico de posibilidades de la política española. El Gobierno tiene el problema de sus apoyos parlamentarios en carne viva y Ciudadanos quizá haya comprendido bien las demandas de una mayoría de los electores. Los partidos se vigilan entre ellos y los ciudadanos los observan.