Muy buenos días a todos, a todas y a todes. Vamos a a enseñarles hoy a cocinar uno de los platos más tradicionales de la cultura nacional. Se llama "Presidente a la parrilla" y tiene su origen en la cocina popular española de todos los tiempos políticos.

La materia prima que se necesita para elaborar este riquísimo plato es bien sencilla: un presidente fresquito -voluntarioso, decidido y convencido de que debe trabajar por la paz mundial como si fuese una candidata a miss Maracaibo- y unos aliados perfectamente conscientes de que el presidente está más perdido que el barco del arroz. Los condimentos son también muy importantes, porque son los que definirán el sabor. Necesitaremos una crisis económica y social, si es posible con un gran aumento del paro y de la desesperación de las familias. Y una oposición muy paciente que no tenga demasiado interés en hacerse con el poder en medio del desastre. Con todo esto ya podemos colocarnos el delantal y meternos manos a la obra.

El truco de un plato tan sencillo es el fuego. No tiene que ser demasiado fuerte, porque el presidente se nos quemará como un carboncillo. Ni demasiado flojo, lo que permitiría que se pudiera mover encima de las brasas e incluso saltar fuera de ellas. Al principio de la cocción la plancha debe estar a una temperatura exacta para ir cocinando al político muy lentamente y siempre desde dentro hacia afuera. Es un método extremadamente cruel con la pieza de caza, porque esta, a veces, es perfectamente consciente de que se le está cocinando, pero no puede hacer nada para evitarlo.

Mientras aumenta la temperatura, al presidente se le van echando los condimentos. Unas propuestas de acuerdo por aquí; unas exigencias de negociación por allá; unas declaraciones en los medios... Todos estos elementos van creando los olores adecuados previos a la crisis que se producirá cuando el calor de la parrilla empiece a convertir la piel del presidente en un chicharrón. Es importante indicar que para conseguir el plato perfecto hay que conseguir que a ningún idiota quiera ser presidente: es decir, quitar la carne que está en la parrilla antes de que esté cocinada. Puede parecer increíble, pero en la vida pública es posible encontrar a gente así. Y además es comprensible, porque en política hay muchas personas que nunca han conocido otra cosa que la cocina de sus partidos.

Si seguimos bien la receta, el presidente estará en la parrilla mientras las cifras del paro, el cierre de empresas y el aumento de la pobreza crean un fuego social devastador. Es en ese momento exacto cuando hay que colocarle encima la tapa de Madrid, para provocar que la temperatura se dispare y la plancha se ponga al rojo vivo. En unos pocos meses de comedores sociales desbordados, protestas de los ciudadanos y caos generalizado, el plato estará hecho. Será el momento de sacar al presidente humeante y servirlo abierto en canal. Mientras nos lo comemos, la plancha se irá enfriando para la preparación de la próxima víctima.