He leído a cierta izquierda -a políticos sin nunca riesgo pero mucho beneficio- desgarrarse porque hubiera muerto Billy el Niño sin ajusticiarlo: ¡quitarle placas y pluses! Este no parar, aprovechar cualquier cosa, cuánto desfase y ansiedad.

Había agotado todas las prórrogas, tenía 28 años y hacía la mili en Sevilla, Alberto O. S. era más joven y estábamos juntos. En casa saben la historia de Alberto porque la contó, fuimos muy amigos, pero la tengo que evocar para refugiarnos de tamaña dramaturgia, afectación, victimismo, tenemos que crear las máximas distancias y protegernos de tanto heroísmo.

Alberto entonces militaba en Euskadiko Ezkerra, pero antes hubo un secuestro seguido de asesinato en el que estuvieron implicados amigos de él (su cuadrilla vasca).

Vivía en un caserío en un pueblo al lado de Galdakao. Le despiertan de madrugada los cañones de los fusiles de la Guardia Civil y los gritos "te vamos a matar, hijo de puta". A golpes le meten en un coche y en lugar de dirigirse hacia Bilbao, se dirigen hacia el lado opuesto: Vitoria. Alberto, muerto de miedo, grita "esta no es la carretera de Bilbao". ¿Se olía algo? Se salen de la carretera general y cogen una pista forestal. Le suben a un alto y le sacan, simulan y juegan a ejecutarle, de madrugada en el monte. Finalmente le llevan a Bilbao al cuartel de la Guardia civil de La Salve. Allí estaba entonces el capitán Hidalgo que se había hecho muy famoso en Gernika. Más palizas. Y esta parte me la contó mil veces, porque se partía de risa contándolo -que curioso ¿verdad? El ser humano ¡qué variedad y diferencias!- y yo le pedía que la contara. Nos llamábamos gudari el uno al otro, y así nos conocían en el cuartel.

-Gudari, no sabes las hostias que me daba el hijo puta de Hidalgo con el listín en la cabeza: ¡el listín de Vizcaya!- Encontraba grotesca esa forma de forzar la confesión, le saltaba las lágrimas. Se partía de risa, era joven, muy divertido y tenía la vida por delante. Aquello, ya pasado, no dejaba de ser una aventura.

Nunca le he oído a Teo Uriarte contar sus interrogatorios, uno de los condenados a dos penas de muerte en el Juicio de Burgos. Hace poco ha muerto un ex preso político que vivía todavía incurso en las torturas de Billy el Niño, una vida consagrada a su rendimiento, sin asomo de vergüenza.

Alguna cosa buena tienen los vascos, le suelen echar cara a la vida y van en serio. Los prefiero: nunca se puede perder la estética.