Volver es ir al lugar en el que estuvimos. Volver es reencontrarnos con aquellos con los que estuvimos vinculados, unidos, relacionados. Volver es regresar, pero es también salir en busca de lo conocido, de lo poseído. Y, en esta desescalada nos invitan a asumir progresivamente una normalidad que denominan nueva. O sea, que no volvemos; que vamos hacia algo nuevo, distinto, desconocido, por estrenar. Volvemos por caminos nuevos a una situación distinta. Recordamos el marco, pero el cuadro es diferente; su luminosidad, sus figuras y sus fondos son distintos. Ya nuestra casa tiene otros colores y otros olores después de la bruma que nos está visitando. Sin embargo, volvemos.

Hoy, en este lunes de fase 1, en esta vuelta llena de inseguridades, con todas las medidas de distanciamiento y seguridad precisas, desinfectadas y abiertas las puertas, volvemos a nuestras iglesias después de más de cincuenta días cerradas. Volvemos a casa, sabiendo que la casa es ya distinta, que no es la casa de siempre con las formas de siempre, en los lugares de siempre. Volvemos a lago distinto. Es lo mismo y es distinto. La paradoja de una nueva situación que busca la normalidad. Volvemos a casa.

He sido testigo al teléfono, o en escondidas conversaciones, del hambre que tantas personas tienen de celebrar una misa lejos de la pantalla del televisor o del canal de YouTube. Hambre espiritual de recibir la Eucaristía y encender una vela que grite piedad, amor y gratitud. Hambre verdadera, que ha sabido recorrer la cuaresma y buena parte de la pascua en un extraordinario ayuno. Hambre de Dios, y hambre una normalidad que ya no será la misma. Hambre que sabe que Dios no ha estado ausente de los lugares en los que han sufrido, han trabajado, en donde hemos estado. Pero es diferente. Es insuficiente. Podemos tomarnos una cerveza tú en tu casa y yo en la mía, pero es diferente tomárnosla juntos. Es otra cerveza, sabe distinta, es diferente. Volver a sentir la presencia del hermano, intocable, distante, pero presente ahí, hace distinta la oración y la vida.

Volvemos a casa cuidándonos. Debemos seguir teniendo actitudes de prudencia para no desandar el camino que tanto ha costado andar. Porque no estamos saliendo de la pandemia, estamos saliendo con la pandemia. Y eso es bueno recordarlo ahora que empezamos a volver a casa. Debemos seguir protegiéndonos, usando mascarillas, usando guastes, guardando distancia? No volvemos porque ya no haya Covid-19 que nos pueda contagiar, sino que volvemos porque, después de cincuenta días, si nos contagiamos, ya tenemos sitio en el hospital. Por eso volvemos con cuidado, con prudencia, con responsable alegría.

El día que nos ordenó sacerdotes D. Damián Iguacen, aquel obispo que aún vive con sus 104 años de edad, un compañero me dijo que cuidara mucho la misa. Que no me acostumbrara a decirla como se dicen las cosas que sabemos de memoria. Me dijo que cada vez que la celebrara lo hiciera como si fuese mi primera vez. Como si esta fuera la última misa que pudiera celebrar. Fue un buen consejo. Y quiero que esta tarde sea, la primera misa, mi primera misa en esta nueva situación distinta que vuelve a ser, como siempre, gozosa.

Volvemos a casa, como si fuera la primera vez. ¡Qué dicha!

* Delegado de Cáritas Diocesana de Tenerife