El miedo es libre, pero la estupidez no. Sobre este principio tan elemental se amontonan los 55 días de confinamiento que nos han dejado a las puertas de la fase 1; justo en la frontera de la cacareada nueva normalidad. No queda otra que apelar al civismo -el que no tuvieron ayer las familias que permitieron que sus hijos siguieran pedaleando a las dos de tarde en la plaza del barrio-, ser prudentes y creer firmemente que todo esto no ha sido un mal sueño: antes de planificar cómo bordear la legalidad piensen en las 26.299 personas que se han quedado en el camino, también en los 222.857 positivos que siguen luchando por dar esquinazo al Covid-19.

Esto no es un juego; queda un largo camino por atravesar. Los comentaristas deportivos suelen recurrir en ocasiones a una frase que viene como anillo al dedo para explicar el momento que estamos viviendo. ¡Va sin cadena! Hemos pasado del sufrimiento a la novelería en un pispás. Me explico. Esto es comparable con la visión de unos ciclistas que se retuercen hasta la extenuación sobre sus monturas camino de una cima y, a renglón seguido, se lanzan a tumba abierta en busca de un descenso suicida. Ese es el espejo al que nos debemos mirar después de escuchar un montón de veces al profesor Simón decir que estamos "a punto de cruzar la curva". Sí. Ya vamos en plena caída libre, pero seamos sensatos y no cometamos el error de sufrir otro revés. Todos tenemos ganas de abrazar la libertad, pero hay situaciones que son anómalas desde el minuto cero: no podemos tirar en un fin de semana -el pasado ya se dieron escenas de alarma social con los primeros entrenamientos y paseos de mayores- lo que no hemos podido disfrutar en dos meses.

Vamos sin cadena, que en ciclismo es un sinónimo de ir a lo loco y exponiendo en cada curva la salud del que no es capaz de distinguir el peligro que acecha, sin respetar el alejamiento preceptivo y, sobre todo, sin analizar con frialdad lo que nos acaban de "regalar" para atemperar una crisis que no tiene fin. Esto no ha terminado: mantengan las distancias, gracias.