Frente al fárrago del lenguaje político, especializado en la ausencia de riesgo, el lenguaje de los informes militares suele ser desconcertante precisamente por su simplicidad, precisión y asunción del riesgo. Al contrario de lo que ocurre con la verborrea cantinflesca del lenguaje del poder, cuyo objetivo fundamental es sostener una verdad dejando abierta la puerta a la verdad contraria (si resulta conveniente o necesario), el lenguaje militar suele ser parco en adjetivos y poco dado a relecturas o reinterpretaciones.

Ayer se filtró un brevísimo informe del Ejército de Tierra, de apenas tres folios, casi telegráfico, que resume lo que -en líneas generales- se sabe ya del Covid-19, y también pronostica lo que va a suceder en los próximos meses. No hay novedades: básicamente, todo lo que el Ejército nos dice lo sabíamos. Todo ha sido contado ya, forma parte del piélago de informaciones que nos sacuden todos los días. Lo que ha hecho el Ejército es ordenar esas informaciones y -sobre todo- atreverse a adelantar lo que es más probable que ocurra. Sin anestesia.

El escenario que se describe difiere bastante del 'rap de las fases' y la fiesta de la desescalada que tenemos montada en los medios, con el rifirrafe político por Madrid como plato principal. No se trata de que el pronóstico del Ejército sea poco halagüeño, en realidad lo que resulta es realista: lo que nos dice es que ninguna vacuna ofrecerá un cien por cien de protección ante este virus, y ninguna que cumpla los protocolos occidentales de ensayos clínicos podrá estar lista hasta el primer trimestre del próximo año. El coronavirus no va a desaparecer, pero los tratamientos que se descubran, la futura vacuna, y especialmente la inmunidad desarrollada por millones de contagiados, hará que disminuya su gravedad como problema sanitario. Aún así, nunca se llegará al cien por cien de personas inmunes, y además habrá personas que vuelvan a contagiarse por segunda vez, aunque es probable que sus síntomas sean más leves.

El informe asegura que la pandemia volverá. Este verano el calor hará que baje el número de contagios, pero no parará la enfermedad. Regresará con fuerza, probablemente a mediados de noviembre. Habrá entonces nuevos confinamientos, pero se reaccionará más rápidamente a los avisos, y la existencia de un mayor porcentaje de personas que hayan pasado ya la enfermedad en su primera oleada reducirá la gravedad y duración de esta segunda oleada. Durará tres o quizá cuatro meses, aunque volverá a aparecer, ya muy debilitada, el invierno siguiente, a finales de 2021. Para entonces, con suerte ya habrá alguna vacuna. La normalidad que queremos llegará a partir de la primavera de 2022, y será casi completa durante el verano de ese año.

El informe del Ejército dice muchas más cosas, explica que el rango de contagio de este virus es inferior al del sarampión, y menos letal que el de su primo el SARS de 2003; nos aclara qué mascarillas son las útiles para protegerse, y que de esas no hay; recomienda prepararse para lo que sigue; y plantea desarrollar una APP para los móviles que almacene los contactos que tenemos cada día, por si fuera necesario saberlo en caso de contagio? Sus tres sintéticos folios aportan más luz que las interminables horas de declaraciones políticas, ruedas de prensa y coreografías varias a las que asistimos desde hace ya dos meses.