Dejó escrito el filósofo alemán Hegel en el prefacio de sus Fundamentos de la Filosofía del Derecho una hermosa frase que gustan de repetir los filósofos: "La lechuza de Minerva solo emprende el vuelo al anochecer". Lo que viene a significar que la reflexión sobre un evento comienza una vez que el evento ha terminado. "Cómo y cuánto nos cambiará esta crisis sanitaria dependerá de lo que se prolongue y eso solo podremos mirarlo con la distancia que otorga el vuelo y la retrospectiva del tiempo", afirma la filósofa Belén Laspra, que trabajó para la NASA sin ser astronauta.

José Antonio Méndez, profesor de Filosofía, entiende que el impacto actual de la pandemia no es lo suficientemente poderoso como para romper las grandes inercias de nuestras vidas. Entre los grupos sociales más afectados cita el de las personas mayores y la conmoción que les acompaña, "pero no ha penetrado en la totalidad del cuerpo social". Lo mismo sucede con el encierro, dice Méndez, que "de algún modo es presentado y vivido como una tregua, como una excepción".

Mayor puede ser la repercusión a nivel social, argumenta Laspra, quien cita al politólogo británico David W. Runciman al asegurar que el fin de la democracia no vendrá en forma de fascismo o de guerra mundial, ni nada tan dramático; más bien al contrario, ni siquiera lo notaremos. Porque la democracia, según Runciman, "podría caer aún permaneciendo intacta".

Sobre ese final de las estructuras que habíamos normalizado como naturales -y casi perpetuas- también ha reflexionado el filósofo Gustavo Bueno Sánchez, y sus colegas Noelia Bueno, Marina Acero, Claudia Delgado y el profesor de Filosofía y miembro de la Sociedad de Filosofía, Juan Jesús Alonso. Todos ellos han querido analizar una crisis "de alcance planetario" que supone, al mismo tiempo, "una oportunidad única de investigación". "En España varias universidades ya están recogiendo datos", apunta Méndez.

"No hay que descartar que todo cambie para que nada cambie", asegura Juan Jesús Alonso. Cuando, por fin, termine del todo el confinamiento y salgamos aún más que ahora a la calle, ¿habrá una desescalada también del fenómeno de la globalización? Noelia Bueno, que ha estudiado el sufrimiento asociado a esta crisis, plantea probar una economía centrada en la vida "y no en el crecimiento del capital", que es la idea básica del capitalismo. Méndez habla de "repensar" el capitalismo. "Necesitamos modelos económicos sociales en los que estén garantizados los bienes y servicios básicos para todos y así estemos seguros de que no hay pobreza", expone la docente e investigadora Noelia Bueno, quien considera asimismo que el encierro va en detrimento de los lazos sociales: "Nos relacionamos a través del móvil y el ordenador, espero que no nos acostumbremos a esto y después cueste volver al contacto directo". Como derivada de la pandemia y en un contexto donde aparecen nuevas formas de control político cita Claudia Delgado, experta en teorías sobre el fin de la pobreza, el afloramiento de un sistema de nuevo cuño: el capitalismo digital, "que no se ejerce en los espacios públicos, sino en el domicilio privado". Ahora más que nunca, sentencia la filósofa, se vislumbra una sociedad de individuos aislados con una economía basada en el teletrabajo y las compras por internet, sobre todo, si tarda en llegar la vacuna del Covid-19.

Del otro lado está la toma de conciencia sobre uno de los grandes problemas de la humanidad: el cambio climático. La bajada de los niveles de contaminación, las aguas cristalinas en los canales de Venecia, la toma de las ciudades por parte de algunos animales salvajes... invitan a ser optimistas, pero mientras seguimos mirando embelesados hacia los cielos despejados y las estrellas en la noche, los contenedores están a rebosar de guantes, mascarillas y otros residuos para protegerse del virus. "La crisis afectará con mucha más crudeza a quienes estén situados del lado negativo de la desigualdad", asegura Belén Laspra, mientras los que la viven en el lado positivo normalizan esas situaciones de desigualdad. Y todos acaban por sobrellevarlo, o, parafraseando a Robin Hood, mientras los corderos puedan comer no se convertirán en leones.

Para Gustavo Bueno han comenzado a producirse cambios, a los que será necesario adaptarse para sobrevivir como individuos, pues son cambios que están por encima de la voluntad y de la psicología individual, "y afectan a escala de las sociedades que están dentro de economías nacionales y estas de una geopolítica global muy diferente de la de hace treinta años". Esos cambios serán tanto más profundos y determinantes cuanto más tiempo tarde en aparecer una vacuna o antídoto efectivo contra este virus. "Si la amenaza de este virus se prolonga en el tiempo, los reajustes globales llevarán a situaciones mucho más imprevisibles, que traerán necesariamente soluciones más radicales", señala Bueno. No espera mucho de las bondades del Estado de bienestar, "organizado en países capitalistas europeos frente al empuje tanto nacionalsocialista como soviético en los años de la posguerra española y de la mundial, y que hoy perdura renqueante en unos pocos países de nuestro entorno, gracias al incremento de las desigualdades en otros países, no resistirán obviamente si se produce el descalabro de las economías del bienestar". Muchas especulaciones que son subproducto propio del bienestar, aduce, se irán trocando por otras, en buena medida según convenga a las necesidades de los distintos gobiernos "que deberán calmar a millones de parados forzosos y antiguos consumidores ya no tan satisfechos".

¿Se generará, pues, una sociedad dependiente de los subsidios públicos? "Ya veremos si nuestro modo de vida será líquido, sólido o gas. O no será", advierte Juan José Alonso.

Lo que cambia de ese mundo que no se sabe cómo será en adelante es una inercia que Belén Laspra define como sonambulismo tecnológico tomando prestada la descripción del filósofo de la tecnología Langdon Winner sobre cómo los humanos caminamos a través del desarrollo tecnológico. "Hemos estado viviendo como sonámbulos en nuestras sociedades democráticas postindustriales, alcanzados por unos estándares mínimos de bienestar social. La sociedad se ha ido volviendo más permisiva con la rendición de cuentas", apunta. Tanto es así que juzga asombroso "cómo hemos naturalizado la corrupción o hemos elevado a estatus el argumento de 'y tú más'". Con todo, señala, "se nos presenta una oportunidad de despertar de ese sonambulismo tecnológico" para decidir cómo queremos que sea el próximo cambio y "en qué dirección reconstruirnos". La pandemia, afirma la filósofa, cambiará en el futuro cercano nuestra rutinas y costumbres, porque "nuestras formas de vida han quedado, si no destruidas, al menos suspendidas". Lo que ha demostrado este abrupto cambio es que la humanidad está "profundamente interconectada", subraya Noelia Bueno, "y los nuevos riesgos no se paran en las fronteras de los países".

José Antonio Méndez Sanz, profesor de Filosofía, difiere de esa opinión y cree que los cambios a medio y largo plazo no van a ser para nada espectaculares. Sí serán más marcados en el mundo de la educación, opina Gustavo Bueno. "Lo sucedido ha confirmado lo que muchos ya sospechaban pero preferían ignorar: que el sistema educativo, salvando sus funciones de mera guardería o de instrumento necesario de domesticación cívica de la cría humana, no se corresponde con la realidad de un presente de televisión, vídeos, internet, intercomunicaciones no presenciales... Muchos centros universitarios son hoy mausoleos casi deshabitados, tan obsoletos como los antiguos cines", arguye. Juan Jesús Alonso celebra que se haya reconocido a los niños en esta etapa como merecedores de respeto igual que hacían en una comunidad de cazadores recolectores. "El contexto de estas semanas nos ha dado un texto diferente para tratar con nuestros niños", concluye.

Méndez aprecia, porque lo ha podido vivir en sus propias carnes en el transcurso de estos días, "las infinitas posibilidades de la tecnología" en el mundo de la enseñanza, pero también la importancia del contacto cara a cara entre los distintos miembros de la comunidad educativa. Noelia Bueno, por su parte, ve desaliento en los estudiantes e insta a ser conscientes de las necesidad del manejo de una información "rigurosa y contrastada", mientras que a Belén Laspra le preocupa la brecha digital y los docentes reticentes a usar los recursos tecnológicos. "Lo que esta crisis ha dejado patente es que la enseñanza es un proceso de intercambio con el otro, la educación a distancia debería seguir siendo secundaria", zanja. A Claudia Delgado le sorprende el "pudor" de los alumnos ante la cámara del ordenador: "Cuando estás dando clase por videoconferencia evitan la cámara; es muy llamativo teniendo en cuenta que vivimos en la época del selfie y el Instragram".