El Gobierno de España ha cuantificado los daños que va a causar la crisis provocada por la parada económica. Y son para flipar en colores. Entre otros, caída de la riqueza nacional más allá de los diez puntos, aumento del paro -que ya está técnicamente por los nueve millones de personas- y destrucción del bienestar de miles de familias que caerán en la pobreza.

El gobierno español -entre otros europeos- no reaccionó de forma temprana al coronavirus. Ni detectó ni aisló los primeros casos. Se equivocó y lo vamos a pagar. Pero no se debe cometer el error de hacer política también sobre el cadáver de la economía nacional. El virus del coronahambre se extiende de forma pavorosa por todos los rincones del país. Y va a resultar mortal para las comunidades autónomas más debilitadas o con menor capacidad de resistencia. La única forma de luchar contra sus efectos devastadores es a través de la inyección de recursos financieros para salvar al tejido productivo y ayudar a las personas privadas de recursos.

El Gobierno de España se resiste a pedir un rescate de Europa. Porque supone admitir la intervención de Bruselas que marcará, en el futuro, las políticas fiscales y económicas del país, restando la autonomía y capacidad local. Pero el funesto horizonte hace pensar que no quede otra salida que la de los hombres de negro. Nuestro país tendrá que renegociar el vencimiento de 150.000 millones de deuda a corto plazo justo en unos momentos en los que tiene que conseguir miles de millones para impedir el naufragio social. ¿Y eso cómo se come? Pues muy mal.

La situación de Pedro Sánchez se complica. Sus socios de Unidos Podemos no aceptarán la ortodoxia de la Unión Europea. Bruselas, que es partidaria de no tirarse las ventosidades más grandes que lo que puede soportar el trasero nacional. O sea, de las políticas de austeridad y los recortes del gasto público; que son una fórmula de pagar las deudas en periodos de crecimiento económico. Dejar de comer fuera de casa, de ir al cine y de cambiar de coche para poder pagar los plazos de la hipoteca.

El Gobierno socialista, en cambio, confía en que Europa apruebe un plan de rescate de 1,5 billones de euros de deuda solidaria. Es decir, que los países más ricos del Norte -los que tienen impuestos más altos y han practicado la contención del déficit público- paguen solidariamente la deuda de los más pobres. Es la esperanza de un préstamo a fondo perdido de quienes van a buscar naranjas metiendo la mano en la mar salada. Lo mismo que quien espera que el vecino del quinto te deje gratis el dinero para pagarle al banco.

El que espera, desespera. Y a veces muere por el camino. España necesita dinero, pero está remoloneando mucho para firmar el crédito. El Gobierno está poniendo parches y cataplasmas, pero la única manera de sobrevivir es enchufar a la sociedad española al oxígeno de una deuda ilimitada. Cuanto más tarden en verlo, más gente va a sufrir.