Distanciados del fragor de la batalla partidista, alejados de la penosa autoimposición de medallas para no admitir que el toro nos ha cogido mirando para otro lado y del ventajismo insuperable de reprochar no haber tomado medidas en las que no caímos hasta que se hicieron evidentes a posteriori, algunos analistas se esfuerzan en desmenuzar los factores de la crisis del coronavirus y en dibujar los posibles escenarios posteriores. Entre ellos se encuentra Andrés Ortega Klein (Madrid, 1954), periodista y experto en relaciones internacionales e investigador senior asociado del Real Instituto Elcano, el laboratorio de ideas dedicado a los estudios internacionales y estratégicos.

En su informe Coronavirus: tendencias y paisajes para el día después, Ortega analiza los diferentes aspectos de la pandemia y la interacción entre los actores internacionales para plantear tres posibles panoramas tras la crisis. Y el único realmente bueno, subraya, pasa por que, contrariamente a lo exhibido hasta ahora en España, en Europa y en el mundo, se impongan la coordinación y la cooperación. A continuación se presentan las líneas maestras del estudio, que repasa cuatro dimensiones: la temporal, la económica y social, la política y la geopolítica.

El estallido de una crisis para la que no estábamos preparados. La pandemia del coronavirus ha pillado a España, a la Unión Europea y al mundo en general con el paso cambiado, aunque algunos países asiáticos que ya habían sufrido episodios similares, como China, Singapur y Corea del Sur, tenían herramientas para manejar algo mejor la situación. Ortega defiende la necesidad de dotar a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de un papel más importante, hasta convertirla en un verdadero sistema sanitario global con más recursos y con la participación de sociedades científicas, ONG y fundaciones privadas. Pero, lamenta el estudioso, "EEUU va justamente en la dirección contraria y anuncia la congelación de fondos para la organización".

A nivel nacional, el análisis recalca la dificultad de gestionar una situación de estas características cuando las competencias de sanidad corresponden a las comunidades autónomas y no hay una relación fluida con el Ministerio. "Se critica al Gobierno por no tener información, por ejemplo, sobre el número de respiradores, y resulta que esos datos los tienen las comunidades autónomas. No se trata de recentralizar, sino de reconsiderar la manera de trabajar y coordinarse entre las distintas comunidades y con el Gobierno central. Y esto vale también para Europa, que debería contar con un sistema de salud independiente y bien coordinado".

La duración de la alerta sanitaria, clave para los escenarios posteriores. Teniendo en cuenta que hasta que no remita la crisis sanitaria no se puede plantear la reactivación de la economía, el control de la pandemia se ha convertido en el primer y gran objetivo de las autoridades. El factor temporal sigue siendo una incógnita, pues ya hay voces autorizadas alertando de la posibilidad de rebrotes con la vuelta del frío en el mes de noviembre o si se levantan demasiado pronto las medidas de confinamiento.

Una voladura económica en una España prendida con alfileres. Andrés Ortega recalca que la devastadora crisis económica que de momento no ha hecho más que asomarse llega a una España peor preparada que en la crisis anterior, la que se inició en 2008. Entonces el país tenía una deuda y una tasa de paro relativamente bajas, que ahora son bastante más elevadas. "Primero habrá un problema de liquidez de empresas, que parece que se está afrontando bastante bien, pero hay sectores muy importantes en España que van a sufrir mucho, por ejemplo, el turismo y la hostelería. La gente va a vivir con distanciamiento, con miedo a viajar en sistemas cerrados como aviones o barcos... Necesitamos estímulos que vengan de varias partes, públicos y también la confianza inversora privada, y que Europa ayude no solamente con deuda, sino con presupuesto".

Europa se la juega, y esta vez parece que lo sabe, pero avanza lenta. El informe publicado por el Real Instituto Elcano pone el énfasis en la oportunidad que se le presenta a Europa para, aunque no recupere el prestigio de antaño, proyectarse como una comunidad unida y solidaria. Las últimas intervenciones de algunos primeros espadas de la Unión apuntan a la convicción de que la sacudida económica puede socavar definitivamente los cimientos de una UE en crisis desde hace algún tiempo. Pero la respuesta de las instituciones comunitarias, subraya Ortega, "ha tardado, dando una imagen de insolidaridad que es contraria a la base de la Constitución Europea. La Comisión al principio reaccionó con cautela, y después puso toda la carne en el asador. El Banco Central Europeo (BCE) ha actuado bien, levantando las condiciones de Maastricht para la reconstrucción. Ha fallado más el Consejo Europeo, quizá se ha planteado demasiado pronto el tema de los eurobonos. De momento, el avance es del todo insuficiente".

Parece que la doctrina de la austeridad y la idea de que algunos fondos vengan condicionados a reformas estructurales supervisadas por los 'hombres de negro' han quedado apartadas, aunque Ortega advierte que "la austeridad también se había aparcado en 2008 y regresó en 2010, siendo parte de nuestra tragedia". La propuesta de los eurobonos consiste en mutualizar la deuda en la UE, en lugar del procedimiento utilizado hasta ahora, el endeudamiento de cada país y la compra de esa deuda por parte del BCE. La asunción global de la deuda suscita enormes reticencias en países como Alemania y Holanda, "en parte porque tienen recuerdos de tiempos más duros, previos a la Unión, y en parte porque muchos insisten en que no hemos hecho los deberes suficientemente y no entienden nuestros niveles de paro y de deuda. No se dan cuenta del esfuerzo que fue para España la devaluación interna, al ser parte del euro", explica Andrés Ortega. En el barómetro presentado hace dos semanas por el Real Instituto Elcano se refleja que los españoles han sustituido a Alemania por Francia como el aliado preferido dentro de Europa, probablemente por la postura del país vecino a favor de mutualizar la deuda.

El miedo a perder una generación y a que se abra más la fractura social. Todo descalabro económico viene acompañado de un terremoto social, con sus réplicas políticas. Está aún bien reciente la última crisis, que aceleró la precarización laboral, consolidó los recortes y agudizó la incertidumbre entre los jóvenes que salían al mercado laboral. El resultado: el movimiento 15-M y el surgimiento de la izquierda populista. El descarrilamiento de la economía que se avecina, advierte el informe de Andrés Ortega, puede traer consigo una protesta social todavía más intensa y más rabiosa. "Hay una desconfianza bastante general en muchos países no solamente hacia el Gobierno, sino hacia el conjunto de la política en general. Hay instituciones a las que se mira con más confianza, como la Policía e incluso la Corona. La crisis va a llevar a una desconfianza generacional, a una tensión entre los más jóvenes, más desprotegidos, y los baby boomers", explica el experto. Irá a más la polarización política, un fenómeno iniciado con la última crisis económica y llevado en volandas por las redes sociales, que facilita que las personas solo reciban información que coincida con sus creencias y sus prejuicios, distanciándose de los demás.

Ortega analiza que en España "hemos tenido dos tipos de populismo. Uno de izquierdas que se ha amoldado al juego, se ha vuelto parte del sistema constitucional, y que es un movimiento más joven. Otro, el de extrema derecha de Vox, representa a gente un poquito mayor y posiblemente se debe más al desafío del independentismo. Veo posible que aquí se refuercen los populismos, pero no el autoritarismo. En otros sitios quizá, porque hay una demanda de líderes fuertes". Y pone el ejemplo del húngaro Viktor Orbán, que trata de aprovechar la crisis coronavírica para aplicar un estado de emergencia indefinido y limitar el control parlamentario sobre su actuación.

La globalización limitada y el neoliberalismo tocado. El investigador del Real Instituto Elcano afirma que la "desglobalización" ya estaba en marcha, de la mano del America first de Trump, y que la crisis sanitaria global la reforzará, pues "ha puesto de manifiesto que somos excesivamente dependientes de algunas cadenas de suministros, por ejemplo, sanitarios, en los que China tiene casi el monopolio de las mascarillas y de otros productos como los antibióticos". En este caso, Ortega matiza que este proceso de retroceso se refiere a la 'globalización física': "La digital ya es muy difícil de parar".

La magnitud de la crisis y su alcance global también han descosido las costuras de la ideología neoliberal, explica el analista madrileño: "La idea de reducir el Estado al mínimo está debilitada porque ha tenido que intervenir y salvar empresas, y tiene que salir a defender la base social. Pero eso también pasó en 2008 y luego se cambió. La otra idea del neoliberalismo es la de que las empresas están para maximizar beneficios para la empresa, sus gestores y los accionistas. Y está ganando peso el hecho de contribuir también al bien común". Enlaza con esto un cambio en la fiscalidad, que desde los años 80 viene aliviando las cargas al capital para incrementar la presión en el trabajo y el consumo. "Hay que cambiar, porque de otra manera no habrá posibilidad de financiar las ayudas sociales que se están poniendo en marcha. Habrá que volver a un impuesto sobre la riqueza mayor que el que había antes y regresar a la idea de que las grandes empresas tienen que pagar donde se produce su acción, no en los paraísos fiscales, y estoy incluyendo a Irlanda y a Países Bajos, por citar dos ejemplos. Pero esto requiere una gran coordinación, que ya está estudiando el G-20".

El doble filo del teletrabajo: entre los beneficios de la conciliación y los peligros de la automatización. El obligado distanciamiento social ha dado un empujón al trabajo no presencial en un país como España, que hasta ahora había ofrecido resistencia a la aplicación de este tipo de cmbios laborales. Es una de las características sociales más destacadas que se pueden extraer desde ya de la crisis sanitaria actual. Un proceso que puede tener su parte buena, pero también su lado oscuro, avisa Ortega: "Bien entendido, va a ser algo positivo. Por ejemplo, en vez de cinco días por semana en la oficina, se puede ir tres y estar dos en casa para ahorrar costes de desplazamiento, en tiempo y en dinero. Pero puede ser un problema si muchas empresas aprovechan la situación para reemplazar personas por máquinas, una automatización que ya estaba en curso y que en la segunda parte de la crisis pasada, a partir de 2011, se cebó en las clases medias, socavando una de las bases esenciales de nuestro sistema".

El peligro de relegar la lucha contra el cambio climático, la "pandemia a cámara lenta". Con la ingente cantidad de recursos que se van a movilizar para sacar a la economía del coma inducido a la que ha sido sometida por culpa del coronavirus, corremos el riesgo de olvidar la carrera crucial por el sostenimiento del planeta, en la que apenas habíamos comenzado a gatear. Andrés Ortega, que califica el cambio climático de "pandemia a cámara lenta", opina que "va a haber la tentación de relegar eso, pero el new deal puede recuperar parte de los costes del componente social con la economía verde. Son cosas para las que, de momento, no estamos preparados".

Tres escenarios posibles y una certeza: todos saldremos debilitados. Como conclusión de su análisis, el investigador del Instituto Elcano plantea tres posibles escenarios, que dependerían de la duración de la crisis y de cómo se interrelacionen los actores principales. El más negativo sería el que denomina de "sálvese quien pueda", en el que la coyuntura se alarga y la crisis destroza las clases medias sin que se articule una respuesta coordinada global, lo que da paso a la inestabilidad política a todos los niveles e incluso abre la puerta a conflictos armados. Por el contrario, el escenario más deseable es el que llama de "inteligencia colectiva internacional", en el que se desarrolla el concepto de una sola humanidad y las instituciones internacionales se refuerzan, logrando un sistema global de salud y poniendo en marcha mecanismos de estímulo económico suficientes. Un panorama que Ortega ve como "el menos probable, no acabo de verlo, y dependerá de mano de las elecciones en Estados Unidos. Si vuelven a ganar Trump y su America first, podemos casi descartarlo". Finalmente, la opción intermedia, que el estudioso ve como más probable, es la que llama de "paso a paso y salir del paso", en la que cada uno va por separado y hay una mínima colaboración supranacional. En cualquier caso, Ortega subraya que "de esto nadie sale ganando. Todas las grandes potencias, o uniones de potencias como es el caso de la Unión Europea, y las organizaciones internacionales están hoy más débiles que antes. Incluso China, que pudiera parecer que sale reforzada, tiene muchísimos problemas. Esto debería llevar a cooperar más. Sería deseable un movimiento hacia más gobernanza global, con algo más que un recauchutado de las actuales instituciones internacionales, hacia más multilateralismo eficaz".