Las fake news son un mal muy visible, pero hay otros de la misma familia que cursan con sigilo y desfiguran también el juicio. Por ejemplo, hoy por hoy no es posible correlacionar la evolución real de la epidemia en cada país y las medidas adoptadas por ese país: ni hay información primaria homogénea y verificada de la infección y su letalidad, ni se sabe ponderar todavía los factores "naturales" (clima y demás), poblacionales y de movilidad que pueden condicionar la expansión. De este modo, elaborar una especie de ranking de eficacia de las medidas adoptadas, poniendo a algunos países como modelo, resulta sencillamente una paletada, típica, por otra parte, de esa bipolaridad hispana que nos hace pasar de creernos los más grandes a los últimos de la lista (buscando en tal caso culpables a toda prisa). Estas fake news asintomáticas pueden contagiar incluso a los cerebros más sutiles.