Hacer el mejor trabajo posible, solo teniendo en cuenta las herramientas con las que contamos, ¿es suficiente?

¿Un cargo público es un gestor de recursos disponibles? ¿O también debe procurarse recursos extraordinarios en momentos críticos, o cuando menos necesarios?

¿Cuándo acudimos a un médico, pretendemos que nos recete medicinas o que nos cure?

¿Vivimos de los símbolos o de la apariencia? ¿O es necesario añadir a la ecuación una alta dosis de eficiencia?

Tampoco se trata de justificar los actos, sean los que sean. Es el momento de las personas, donde el error tiene que ser sistemáticamente minimizado o asumido.

Ni tan siquiera vender un optimismo enlatado, tipo Valdano con su "achique de espacios", o la opción de Javier Clemente con su "patadón para arriba", es plausible en este caso.

Son los resultados lo que importa. Lo que esperamos. Lo que merecemos. Y no una respuesta numérica o un análisis diferencial ante una catástrofe pasada.

Si los bancos tienen sus pruebas financieras de estrés, la administración pública debería pasar un test de estrés social de su capacidad de gestión o eficiencia y asumir que habrá resultados positivos o negativos que nos exigirían cambiar el rumbo de la gestión lo más ajustada a la realidad percibida.

Comenzar esta crisis facilitando ERTE potenciando las inspecciones de trabajo mientras se retrasa el pago de los salarios a los trabajadores derivados de dichas acciones. Ofrecer créditos blandos a través del ICO y que la burocracia aleje la concesión en el tiempo no es la mejor manera de recuperar la confianza de familias y empresas.

El tiempo de resolución es más importante que el ofrecimiento.

Se necesita, al menos, un año de gestión para recuperar la competitividad del tejido empresarial y que se consoliden los proyectos tradicionales y nuevos, máxime cuando las empresas deberán soportar mayores costes para menor capacidad de producción.

A esto hay que añadir que no se pueden romper las cadenas de valor, empresa a empresa, y que no se puede tratar al empresario como problema y solución al mismo tiempo.

Después de ese periodo, podemos mirar debajo de las alfombras y si encontramos un mal uso de esos fondos, de manera consciente, nadie se opondrá a que le caiga todo el peso de la ley.

No hace falta un aplauso físico ni virtual. Los empresarios tienen en su ADN la eficiencia y el compromiso social de reducir el desempleo y aportar riqueza. Tan sólo déjenles trabajar. El tiempo es finito, y todo lo que dedican a aportar documentos burocráticos es tiempo que tienen que quitar forzosamente de su capacidad de producción.