Cuatro días de bronca en el Gobierno de Canarias y entre Canarias y Madrid a cuenta de quien inaugura la desescalada, y al final, Pedro Sánchez lo resolvió como suele, con una finta suficiente para vendernos la moto de que Moncloa ha escuchado el clamor de las islas: La Graciosa, el Hierro y La Gomera -poco más del 1,5 por ciento de la población- se saltarán este próximo lunes, cuatro de mayo, la fase cero del plan de desconfinamiento del Gobierno Sánchez, pasando directamente a la fase uno, una semana antes que otras islas y provincias españoles, con la excepción de la pequeña Formentera (1,1 por ciento de la población de Baleares) que también arranca el cuatro de mayo. Con este gesto, minúsculo como el ratón que parió la montaña en la fábula de Esopo, Sánchez contenta a sus correligionarios Francina Armengol y Ángel Víctor Torres, sin encabritar más a Torra y Urkullu, que le habían pedido recuperar la capacidad de diseñar su propia hoja de ruta para el viaje a esa 'terra incognita' que ahora llaman 'nueva normalidad'

La decisión de adelantar el viaje de las islas pequeñas hacia la 'normalidad desconocida' tiene escaso efecto práctico, y parece responder más a cuestiones de agenda política que a su impacto real: apenas supone que a un pequeñísimo porcentaje de ciudadanos españoles -menos del 0,1 por ciento del total- se les permitirá acudir a los pequeños comercios de las islas donde residen, bajo estrictas condiciones de seguridad; a lugares de culto donde se habrá limitado el aforo a un tercio; y mantener contacto social con personas sin patologías previas y que no sean vulnerables, como los mayores. Otras medidas de la fase uno -deporte profesional, apertura de hoteles- no parece que vayan a significar muchos cambios en la vida cotidiana de La Graciosa, El Hierro y La Gomera. Todo apunta a que Sánchez ha querido compensar con el gesto de esta semana de adelanto el anuncio de que pedirá una nueva prórroga del Estado de alarma cuando concluya la próxima, el 10 de mayo. Aunque no lo ha dicho, es posible que le tiente pedir una o dos prórrogas más, hasta concluir las cuatro fases de la desescalada anunciada ayer.

En cuanto al plan en sí mismo, es difícil hacer una valoración. Personalmente, no me parece disparatado o imprudente: dos meses que podrían ser más si la cosa se tuerce, parece un tiempo razonable. Pero que me lo parezca a mí no tiene valor ninguno, no tengo ni la formación ni los datos necesarios para emitir juicio sobre este asunto, que debiera corresponder a los técnicos y expertos de Sanidad. Lo que me asombra es que el profesor Simón se haya desentendido de la decisión, alegando en su matutina rueda de prensa -previa a la de Sánchez- que fijar las fechas del desconfinamiento no le corresponde a él, que esas decisiones se toman en "foros muy superiores al mío", en referencia evidente al Gobierno. Es curioso que mientras los políticos aseguran que ellos hacen lo que los expertos deciden, Simón nos diga que son los políticos quienes deciden las fechas y que Sanidad "una vez que se decida lo que se va a permitir, tendrá que establecer las normas que reduzcan al mínimo los comportamientos de riesgo durante ese proceso (sic)". Da un poco de mal rollo: espero que Simón sólo se haya liado al explicarse. No vaya a ser verdad que los políticos deciden qué vendernos, y luego vengan los expertos y nos empaqueten sus ocurrencias en un bonito papel de regalo decorado con argumentos científicos.