Un viejo y querido colega que, desde su jubilación del trajín cotidiano, está inmerso -él niega el verbo y lo cambia por centrado- en la búsqueda de curiosidades, rarezas excéntricas, ingeniosas voladas, locuras divertidas y mesiánicas de toda índole, proclamas y soflamas, calumnias descaradas y canalladas sin paliativos, públicas y publicadas en los medios de masas y, algunos, de difusión clandestina y perseguida en sus lugares de origen. Inició ese meritorio coleccionismo hace seis décadas, cuando estudiante en Madrid rastreó con constancia almonedas y librerías de viejo; además, sus numerosos amigos, cómplices de su pasión, se los remiten desde distintas provincias.

"Con muchas horas libres", rigor benedictino y paciencia franciscana selecciona sus ricos fondos y los ordena con criterios temporales y temáticos y, últimamente, digitaliza sonidos e imágenes grabados en soportes antiguos -celuloide, pizarra, vinilo, vídeo- sin que ni su mujer ni sus hijos sepan qué propósito alienta sus afanes. Acomodado de familia y sin otros vicios conocidos ni problemas de espacio, agregó a sus pesquisas los caudalosos contenidos de las redes sociales, salidos de fuentes limpias y espontáneas que revelan cómo piensan y sienten los paisanos y, en otras casos, procedentes de charcos espurios que presentan relatos coetáneos a la verdad para cuestionarla, anularla si es posible y, en cualquier caso, oponerle argumentos interesados política, social o culturalmente.

En las últimas semanas, para animar nuestras epístolas de confinados, me remitió noticias aderezadas cuyas intenciones son perceptibles a primera vista y mentiras flagrantes, montajes burdos que se descubren ya en los titulares; falsos y baratos milagros para curar de raíz los efectos de la pandemia y ofertas espirituales de sectas poderosas que catequizan en los medios audiovisuales? Productos de las ferias de los discretos que aprovechan el justificable miedo de los mortales para vender a buen precio la indecencia. Acaso un día, cuando la enfermedad sea un recuerdo costoso y un prolijo memorial de muertes, se pueda publicar la relación de infamias descubiertas que, ahora mismo, perturban, conmueven y asustan a los pobres mortales sin coste alguno y con alta rentabilidad para sus autores.