Cuando la tormenta pase. Cuando la tormenta pase casi una sola cosa tengo por segura y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta.

Es todo tan raro, verdad? Es curiosa la vivencia del tiempo que nos produce el encerramiento. Todos los amigos a los que he preguntado me confirmaron que los días no les dan "pa ná". Es curioso que los habitantes del mundo instantáneo y apresurado perciban el tiempo del aislamiento como rápido. No hago nada, dicen, pero acabo cansado. No recuerdo ahora el nombre de un psicoanalista que decía que el tiempo que vivimos transcurre en tres secuencias o momentos: el de mirar, para captar los elementos que se presentan como algo significativo; el de comprender, lo que ocurre y entender cuál es nuestra posición frente a ello, y el de responder tras un acto reflexivo o irreflexivo.

En el mundo que vivíamos nos comíamos el segundo paso. Observábamos y directamente pasábamos al acto. Ese tiempo psicológico de la espera que permite pensar, comprender y analizar qué es lo que más nos conviene es el que habíamos perdido y ahora hemos ganado. La vivencia del paso del tiempo se alarga o se acorta según nos encontremos emocionalmente. El tiempo de espera obligado por este coronavirus nos permite reflexionar y planificar la estrategia de futuro más sensata, tanto individual como colectivamente. Quizás porque estamos teniendo tiempo para pensar se nos pasa tan rápido y consigamos ver el futuro como una oportunidad de cambio y no como un muro donde estrellarnos.

Pero sin engañarnos. Hay un largo camino que recorrer. Tenemos que planificar el futuro del que lo único que conocemos es que en nada se va a parecer a nuestra vida pasada. Afrontamos un nuevo período de la historia y no podemos fallar. Y a esa nueva etapa solo se le puede hacer frente de una forma. Todos juntos. No cabe posibilidad alguna de que, por los motivos que sean, se impongan las diferencias y la falta de colaboración. La situación de devastación en la que vamos a salir solo acepta la fórmula de la colaboración y el trabajo en común. Con los de derechas y los de izquierdas, los nacionalistas y los nacionales, los altos y los bajos, los gordos y los flacos.

Es cierto que en España las desavenencias entre las clases dirigentes superan a las de cualquier otro país, como bien se encargan de resaltar los medios extranjeros. Pero no hay alternativa. Da igual lo que hagan los descerebrados que acusan al Gobierno de asesinatos masivos y eutanasia y que propagan bulos a sabiendas. No debe preocuparnos. Pero sí lo que tengan que hacer las principales fuerzas democráticas y agentes sociales. Los ciudadanos que llevamos semanas realizando un esfuerzo sobrehumano y mostrando un comportamiento tan ejemplar como envidiable ni nos planteamos que esto no ocurra.

La receta es válida para el resto del mundo. De nada nos servirá que cada país mire sus propios intereses sin atender a los de al lado. La pandemia acaba de demostrarnos lo globalizados que vivimos y la imposibilidad de retraerse a lo que ocurre lejos de nosotros. A partir de ahora ya no caben rencillas ni tan siquiera desacuerdos, no ya entre países de un mismo club, sino entre los de cualquier parte del planeta.

El día después solo nos presenta dos alternativas: juntos o juntos. Elija usted la que quiera.