Solo hay tres respiradores libres en el hospital en este momento. (Es un supuesto ficticio y meramente teórico). También hay cuatro pacientes que lo necesitan. Tres para cuatro. Más pacientes que respiradores. ¿Qué se hará? Dos pacientes son menores de cincuenta años y los otros dos mayores: de setenta y tres, y ochenta y cuatro. ¿Qué se debe hacer? ¿A cuál de los cuatro pacientes que necesitan esta herramienta terapéutica extraordinaria se le descartará?

Entre los debates que se han despertado últimamente en el ámbito de la atención hospitalaria y en relación al discernimiento bioético a la hora de aplicar terapias costosas a personas de mucha edad, es este. Desde cuándo y hasta cuándo la vida humana tiene valor, y qué vidas tienen más valor que otras?

¿La solución ha de ser por el orden de ingreso o llegada al hospital? ¿Se ha de tener en cuenta la importancia social o relevancia institucional de la persona a atender? ¿Debe ser el criterio de la mayor gravedad? ¿La expectativa de mejora se ha de tener en cuenta? ¿Y la edad? Es el problema de los recursos limitados y costosos en un sistema sanitario que exigen la toma de decisiones en medio de la incertidumbre. ¿Qué se debe hacer?

Yo no quisiera verme en esa situación. Pero lo cierto es que, por un respirador, o por cualquier otro instrumento o prueba médica, se trata de una coyuntura en la que muchos sanitarios se encuentran con harta frecuencia. ¿Qué peso debe tener la utilidad en el recurso en esta circunstancia concreta? ¿Se debe descartar al de mayor edad por el solo hecho de ser mayor?

¿Y si se tratara de un preso que paga condena por un delito uno de los cuatro pacientes ficticios? ¿Entrará este hecho en el discernimiento? ¿Y si uno de los pacientes es familiar cercano de algún profesional sanitario del hospital en cuestión? ¿Quién supervisa estas decisiones para que sean justas?

Este tema llena de miedo a las personas mayores que se sienten vulnerables y escuchan estas noticias como un posible descarte social. Se sienten mayores e inseguros ante una posible ingreso hospitalario.

La bioética es una disciplina compleja y necesaria. Hacer lo correcto no es solo un discernimiento teórico, pues los pacientes tienen nombre y apellido, tienen familia, tienen ilusiones y temores. Son personas, no datos en una tabla de análisis. Y deben ser tratadas como personas. Siempre como un fín en sí mismos.

No son fáciles las respuestas. Y hemos de ser justos. Pero como ser justos aquí y ahora, con las personas concretas y con los medios reales a los que se tiene acceso. Justicia es la virtud que nos ayuda a dar a cada persona lo que le corresponde. Y la vida le corresponde como derecho a toda persona. La vida es el fundamento de todos los demás derechos. Nadie tiene este derecho sustraído a partir de una determinada dad o hasta un determinado estadio de desarrollo evolutivo.

La cultura africana es consciente, y así lo expresa en las historias que narran sus valores, que cuando muere un anciano es como si se incendiara una biblioteca. Ya sé que es difícil, pero no debemos descartar nunca la vida de nadie, aunque sea una señora de noventa y tres años.