El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pedirá al Congreso ampliar el estado de alarma hasta el 9 de mayo, quince días más, por la crisis del coronavirus, aunque propondrá que a partir del 27 de abril se permitan salidas limitadas para los menores de hasta 12 años. Una decisión que no satisface buena parte de las aspiraciones de las Islas.

El comité de gestión sanitaria de Canarias y de forma más o menos clara el propio Gobierno de Canarias se ha manifestado ya a favor de una salida anticipada del confinamiento de la región y, por tanto, indirectamente, de una desescalada asimétrica a las restricciones, por territorios y sectores, para que aquellas zonas donde la pandemia está más controlada puedan comenzar cuanto antes el largo camino hacia la normalidad.

Una desescalada a distinto ritmo no se tiene que interpretar como una laxitud en las medidas de salud que eviten rebrotes de la enfermedad que podrían resultar fatales. Absolutamente todos, sin relajación, tenemos que comprometernos en aplicarlas. Aunque el enemigo siga presente, las limitaciones no pueden durar toda la vida. Con responsabilidad y prudencia debemos recuperar la libertad. Pero conviene empezar ya.

Dar pasos atrás en la lucha contra la pandemia por apresurarse en la toma de decisiones sería un error de incalculables consecuencias que pagaríamos todos. Pero parecen lógicas las llamadas a una salida asimétrica del estado de alarma. No cabe aplicar iguales remedios a un problema allí donde se manifiesta descontrolado que donde resulta manejable.

El encierro ha tenido notable eficacia para evitar el crecimiento de casos. Según el análisis por territorios insulares -La Graciosa carece de casos- la decisión fue muy efectiva para el conjunto de la región. En La Gomera y El Hierro la situación es muy buena. En Lanzarote y Fuerteventura está muy controlada. Parecido en La Palma y Gran Canaria, con las debidas preocupaciones por el tamaño de su población y el bajo nivel de test en el conjunto de Canarias. Tenerife mejora, pero hay que continuar muy alerta. Es decir, la lejanía física del continente, el hecho insular, ha jugado en esta ocasión a favor del Archipiélago.

Los expertos han alertado de los efectos nocivos que el confinamiento puede acarrear en mayores, niños y enfermos. Incluso auguran que un alto porcentaje de la población necesitará atención psicológica o psiquiátrica cuando la pandemia remita. Sin perder de vista que la defensa de la salud de los ciudadanos, y en particular de la franja de población más vulnerable, sigue siendo el principal objetivo, corremos el riesgo de que el remedio para ganar la batalla genere unas consecuencias tan nefastas como la propia enfermedad. Que los escolares puedan salir a la calle durante un tiempo estipulado y en compañía de un adulto no parece una medida descabellada.

Lo mismo ocurre con otros daños colaterales de la pandemia, como la paralización de la actividad. Urge también reactivar la economía para conjurar el devastador escenario de recesión y pérdida de empleo y riqueza que trazan los principales organismos y observadores económicos, entre ellos el Fondo Monetario Internacional. Muchas empresas están al borde del coma, el turismo es uno de los sectores que más va a tardar en recuperarse. Urge diseñar un plan de reconstrucción que aproveche además para ayudar a identificar oportunidades en ámbitos novedosos como el sociosanitario, el de la digitalización o el de la economía verde. Canarias necesitaba abordar un proyecto regenerador incluso ya antes del coronavirus, porque las constantes vitales de sus principales indicadores sociales estaban en mínimos.

Que exista cierto grado de consenso más implícito que explícito en Canarias sobre la necesidad de iniciar ya el proceso gradual de desconfinamiento se antoja la senda idónea para ponerse manos a la obra en reactivar a una región que va a quedar muy dañada por los efectos de esta grave crisis sobrevenida, con enorme impacto sobre la salud, la economía, el empleo y las relaciones sociales. En esta frenética lucha importa sobremanera el tiempo, la rapidez de las actuaciones.

Para que la desescalada sea eficaz y no conduzca a un temido rebrote resulta imprescindible también el compromiso de los ciudadanos, que deberán extremar las precauciones, mantener unos hábitos que tenían desatendidos y que el coronavirus empuja a considerar ya para siempre de obligado cumplimiento, y poner el máximo celo en las medidas de protección, como la amplia mayoría de los canarios vienen haciendo de forma ejemplar y responsable en el confinamiento.

Parafraseando a Albert Einstein, no podemos pretender que las cosas cambien "si siempre hacemos lo mismo; la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque trae progresos, la creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura: Quien supera a la crisis se supera a sí mismo". En ese esfuerzo de superación estamos involucrados todos los habitantes de esta región, llamados a afrontar todos a una, un doble reto: ganar primero la batalla al COVID-19 y reconstruir y reforzar las estructuras más dañadas con la fortaleza que da la experiencia de haber salido tantas veces de tantos momentos difíciles durante décadas.