Lo cierto es que nunca se sintió muy cómodo en el ayuntamiento. Había acabado metido en el berenjenal de la elección de Patricia Hernández empujado por Juan Amigó y Matilde Zambudio. A Amigó se la debía: fue quien le ofreció presentarse como concejal por Ciudadanos, pero luego se portó muy mal con él: intentó sustituirlo por Carlos Garcinuño, exconcejal de Urbanismo con el PP, cesado por Bermúdez en el 2017, y también fichado por Amigó tras su cese, e incorporado a Ciudadanos, donde aguantó justo hasta el estropicio. Amigó intentó colocarlo en las listas en el puesto de Lazcano, pero llegó tarde. Es el hombre que Amigó quería en la gerencia de Urbanismo, y volvió a intentarlo hace un mes. Los problemas de Lazcano con la Zambudio se disparan cuando Garcinuño empieza a sonar como gerente?

Por lealtad a Zambudio y Amigó, Lazcano sufrió la expulsión de Ciudadanos, pero pidió perdón, negoció su reincorporación y se quedó en el Ayuntamiento, sacando lustre a su tercera tenencia de Alcaldesa (se llama así), mangoneado por la Zambudio y sin ningún poder real frente a la amiguísima de Patricia. Ha intentado aguantar la soledad, pero se sentía ninguneado. La Zambudio lo aisló de sus nuevos socios del PSOE, y a él -vinculado familiarmente a la vieja ATI de Manuel Hermoso- le tocó comerse los reproches, las críticas y las presiones de los que habían sido desalojados por su voto tránsfuga, del que nunca pudo sacar partido: lo dejaron tirado cuando tumbaron el plan especial de Las Teresitas (se habían comprometido a aprobárselo), y también cuando la alcaldesa decidió no meter dinero en el proyecto del ciudadano sobre Ciudades Sostenibles, que Patricia llevó a la Cumbre del Clima de Madrid, hasta que se olió la tostada o alguien le habló del negocio que podía moverse detrás. A Lazcano lo mandaron de consolación con su becario de la Fundación Rockefeller, colocado en el Ayuntamiento por Melissa Rodríguez, a un encuentro sobre Ciudades Sostenibles, el World Urban Foro de Abu Dabi. Hizo Lazcano las maletas con destino a Emiratos la misma semana en la que el Plan de Las Teresitas fue tumbado en la comisión municipal de control. Eso fue del 8 al 13 de febrero, cuando empezaban a llegar las primeras noticias de China. Después vinieron los carnavales y la arena del Sahara y después la plaga definitiva.

Cuando estalló la pandemia, a Lazcano le alcanzó el confinamiento en Santander. Allí viven sus hijos, allí espera encontrar trabajo, allí quiere quedarse, y allí -ayer mañana-, el hombre registró en la Delegación del Gobierno de Cantabria una carta a la atención del secretario municipal y la alcaldesa, presentando su dimisión como concejal y su renuncia a seguir en un mal sueño. En la carta agradece -al secretario- el buen trato recibido.

Aquí, su dimisión remueve el patio chicharrero. Un patio que debiera estar a otras cosas, pero la política sigue extraños caminos y se mueve por extraños motivos. A Lazcano le sustituirá -cuando toque, y ahora tocará retrasarlo- Evelyn Alonso, la tercera en la lista, que fuera hasta hace un año concejal de Ciudadanos en Santa Cruz. Con un empate a concejales, pendiente de que Evelyn tome posesión, Patricia Hernández queda en la cuerda floja. También la Zambudio. Parece que eso era lo que quería Lazcano al irse.