En realidad, el título debería haber sido el de "aprobado general", porque, ¿para qué vamos a engañarnos?, eso es lo que va a haber en la práctica. No en el sentido de que se haga tabla rasa y se dé a todos una calificación igual, sino en el de que nadie repita curso, que es lo que quiere decir el Consejo Escolar del Estado cuando recomienda que la repetición de curso sea "en casos realmente extraordinarios". Pero, además, las disposiciones que están tomando las comunidades ¬autónomas van todas en ese sentido. Salvo en el caso del segundo de Bachiller, cuyos estudiantes han de enfrentarse a la EBAU, las orientaciones llevan idéntica línea: siguiendo las recomendaciones del citado Consejo, en unas autonomías no se avanzará sobre lo visto hasta ahora; además la recomendación es en muchas que, aunque se avance, la nota (la evaluación) se centre más bien en las competencias, y no en los saberes (para los profanos, se llaman competencias a "un conjunto de comportamientos sociales, afectivos y habilidades cognoscitivas, psicológicas, sensoriales y motoras que permiten llevar a cabo adecuadamente un papel, un desempeño, una actividad o una tarea", por ejemplo, "aprender a aprender" o "autonomía e iniciativa personal"). Comoquiera que sea, aprobado general, salvo resistencia numantina por parte del alumno.

Todo ello va a acarrear, sobre una pérdida parcial de los aprendizajes del curso, un marco general de desigualdad e injusticia, especialmente para aquellos alumnos que más se han esforzado o que podían aprovechar más en el tercer trimestre. Y plantea problemas especiales en segundo de Bachiller, en la prueba antesala de la Universidad.

Es sabido que la ausencia de clases trata de paliarse, más o menos, mediante la comunicación en casa entre profesores y alumnos por vía telemática, en lo que existen problemas de capacidad de las redes y las conexiones o de la disposición de equipos en las casas. Se habla, a propósito, de la "brecha digital" y se señala esta como el mayor obstáculo para el aprendizaje igualitario entre los alumnos. Observaciones que vienen acompañadas de un pánfilo discurso sobre el beneficio de la telemática y el trabajo a distancia.

No nos engañemos, el principal problema en continuar las clases en el domicilio no reside en la brecha digital, sino en la "brecha familiar". El alumno, desmotivado y aburrido en casa, necesita tener unos padres que lo ayuden, que lo estimulen, que lo acompañen en el cumplimiento de las tareas e, incluso, a veces, que le expliquen; y que, en general, lo ayuden a mantener un tono positivo durante el encierro. He ahí el verdadero problema. Carecen, además, los escolares de dos estímulos: el directo del buen profesor en la interacción dentro del aula y el de la emulación, la competencia y la cooperación que suponen sus compañeros en la misma.

De modo que, en general, el trabajo, el rendimiento y el aprendizaje tenderán a rebajarse: los buenos alumnos seguirán siéndolo acaso igual, los medianos perderán y quienes ya pasaban de todo en clase o tenían muchas más dificultades seguirán del mismo modo o les será más difícil. Pregunten si no.

Problemísimo es el de la EBAU, la selectividad universitaria. Malo si se acorta el temario, malo si no. Pero es que, además, la evaluación a distancia provocará calificaciones dispares donde probablemente saldrán perjudicados aquellos que, por sus méritos reales, deberían tener más nota para acceder a sus carreras preferidas.

Y quedan, por fin, los problemas del examen de todos los aspirantes a universitarios. Seguramente no se podrá efectuar con proximidad física. Para solucionarlo se está proponiendo la realización simultánea e "instantánea" de pruebas por interné. ¿Se imaginan ustedes la logística necesaria para que todo el mundo pueda hacerlo y para garantizar que no habrá trampas?

Por cierto, vayan pensando en septiembre y la vuelta al colegio. ¿Cómo lo harán? ¿Qué pasará si empiezan los contagios y hay que volver a cerrar las escuelas y los padres tienen que volver a abandonar el trabajo?

Lo siento, pero, no siendo el Gobierno, me siento obligado a prevenir.