La cicatriz es la huella de una herida. Las heridas sangran, están inflamadas, duelen. Cuando estas características desaparecen, cuando ya no sangra, cuando no está inflamada y cuando no duele, solemos decir, comúnmente, que hemos sanado la herida. Los técnicos sanitarios dirían que una cicatriz es "una alteración permanente de la apariencia dérmica consecutiva al daño y a la reparación colagenosa de esta". Lo digamos con la sencilla experiencia del herido o con la descripción técnica del sanitario, una cicatriz es la huella de una herida.

Uno de los escritos más importantes del Judaísmo, después de los fundamentales del Pentateuco que contienen la Ley de Moisés, es el que conocemos como Libro de Isaías y que forma parte del Antiguo Testamento de nuestras Biblias. Isaías es profeta, no porque adivinara el futuro del pueblo, sino porque el pueblo era consciente de que hablaba en nombre de Yahveh. Casi seis siglos antes de la muerte de Jesús de Nazaret, describe al "Siervo de Yavhvé", al mesías prometido, y entre las notas características de su misión estaba la de sanar y salvar. Las cicatrices del Siervo serían la "cura" de nuestros males.

Desde el principio, los discípulos de Jesús, cuya mayoría inicialmente eran judíos, percibieron que lo ocurrido en Jerusalén con Jesús, su pasión y su muerte, correspondía a aquellas palabras del profeta. Por eso se suele escuchar en las celebraciones del Viernes Santo, incluso ahora. No son las heridas de Jesús, sino sus cicatrices, las que nos han curado. Y aquí viene la diferencia entre una herida y una cicatriz. La salvación no hubiera sido tal si aquel difunto enterrado se hubiera quedado enterrado. Es el triunfo de la vida el que es reconocido por todos como fuente de salvación.

Me encanta esta idea. Precisamente ahora que estamos todos heridos por esta pandemia del Covid-19. El mundo entero está en cuarentena, enfermos o en peligro de enfermar. Todos heridos de alguna manera. Con heridas físicas o económicas, porque ya veremos cómo salimos de la llamada hibernación económica cuando salgamos de la cuarentena. La falta de trabajo, la insolvencia para responder a los créditos personales o empresariales, el frenazo en las relaciones comerciales, la quiebra de numerosísimas empresas, va a suponer una herida social muy significativa.

Habrá que recordar que todos somos personas, que todos somos sujetos de derechos y miembros de la humanidad y que el concepto de bien común no puede ser solo un concepto teórico. Habrá que recordar que la austeridad no es solo la consecuencia de la crisis, sino que es una soberana virtud de quienes desean ser solidarios. Habrá que recordar que de estas situaciones ha salido la humanidad, pero con generosidad y sabiendo compartir. Y si seguimos, expondremos del todo el contenido del evangelio de Jesús.

Hemos de rescatar su espíritu, la letra y la música de sus valores, para sanar esta profunda herida que comenzamos a sentir latir en nuestro cuerpo social.

Feliz Pascua de Resurrección a todos los lectores.

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife