La única salida posible para la madre de todas las crisis, ese tsunami que ya está dando dentelladas a los países de Europa, es volver a hipotecar la casa. No nos queda otra. Hay que aumentar la deuda pública de los países. Pedir prestado todo el dinero que vamos a necesitar, con el respaldo del Banco Central Europeo. Un dinero que tendremos que pagar nosotros y probablemente nuestros hijos y nietos.

Al mismo tiempo tendremos que tomar decisiones dolorosas. El sector público tendrá que congelar o reducir sus gastos de personal y de estructura (tiene una nómina que cuesta cada año unos 130 mil millones). Necesitamos dinero prestado, pero, además, habrá que apretarse el cinturón. Porque tendremos que mantener a siete u ocho millones de parados. Y atender a familias sin ingresos, arrojadas a la pobreza. Y mantener a diez millones de pensionistas -120.000 millones al año- a los que no les podemos fallar. Para todo eso necesitaremos el dinero de los préstamos y el que ahorremos recortando de gastos públicos no esenciales.

Hay un entontecido sector de la sociedad que asegura que esta crisis no la deben pagar las clases medias, sino los ricos. O sea, que con mandarle la factura a Amancio Ortega, Ana Botín y Juan Roig y ya está todo resuelto. Y es que el nuevo comunismo populista es muchísimo más bobalicón que su abuelo. El buenismo contemporáneo propone que no se paguen alquileres, ni las hipotecas, que la energía sea gratis total y que haya un sueldo para todos los ciudadanos. Pero los que dicen todo esto han demostrado ampliamente que llevan a la ruina todo lo que tocan. Son los mismos que mantienen que le dimos dinero a los bancos mintiendo como bellacos, porque a quienes les dimos dinero fue a sus cajas de ahorros públicas. A las que administraron y quebraron los políticos, los sindicatos y los empresarios.

Algunos consideran que hipotecar el futuro de nuestros nietos, hacerles pagar lo que nosotros necesitamos hoy, es irresponsable. Puede ser, pero no nos queda otra. Es lo que pasa cuando no tienes la tarea hecha. Quienes rechazan ahora la austeridad y los recortes lo hacen con la misma coherencia con la que los niños exigen un juguete en la tienda. Piden que esta crisis no afecte al gasto público lo mismo que hace unos solo unos meses, cuando deberíamos estar ahorrando, pedían más dinero para vivienda, educación, salarios, sanidad, centros de internamiento de inmigrantes, pensiones y todo lo que se les ocurra.

Si cuando crecemos no ahorramos, sino que gastamos a mansalva ¿qué podemos esperar cuando las cosas vienen mal dadas? Los que se acuerdan de Keynes en las crisis solo rescatan la mitad de sus fantasmales miasmas. Ser anticíclico supone detraer recursos cuando se engorda y hacer el mayor gasto público cuando vienen las vacas flacas. Ahorrar cuando se gana mucho y gastarlo cuando vienen curvas. Pero una cosa sin la otra es imposible.

Cuando teníamos el viento de cola, el crecimiento económico vino acompañado de un aumento incesante de los gastos. A través de fuertes medidas de control, la Unión Europea exigió a España que ayuntamientos y comunidades no gastaran más de lo que ingresaban. Protestamos, pero ese el dinero del superávit que ahora podemos utilizar como un salvavidas para los meses terribles que nos esperan. Y para eso justamente lo ahorraron los ayuntamientos.

La crisis europea se va a solventar con más deuda. Los países industrializados y fuertes necesitarán mucha menos que otros, como España e Italia, que ya están, encima, endeudados hasta las trancas. Nos prestarán dinero y tendremos que devolverlo trabajando como esclavos, por salarios que tardarán muchos años en crecer. Nadie lo va a pagar por nosotros.

Ahora, en Canarias, viviremos ese mundo perfecto por el que ha luchado con tanto entusiasmo la izquierda más radical. Se acabó el turismo depredador y contaminante. Tendremos una Sanidad y una Educación pública mejor, con decenas de miles de nuevos trabajadores a los que pagaremos con gallinas, hue vos y quesos. Ocuparemos los hoteles cerrados para hacer comunas y dedicaremos los apartamentos vacacionales a viviendas sociales. En las piscinas y en las azoteas, rellenas de tierra, plantaremos papas y tomates y maría, naturalmente. Un canutito por la mañana y a vivir que son dos días. Oigan y ni tan mal.