En el año 2000 se estrenó una película de Ridley Scott, titulada Gladiator, de la que destaco una conversación entre el César romano y su hijo, tras comunicarle aquel que no iba a ser su heredero y éste se quejaba amargamente de su falta de sintonía en los valores inculcados por su padre, que sentenciaba: "Tus defectos como hijo son mi fracaso como padre."

En esta crisis, y en todas las crisis de la humanidad, los medios deben contener acciones para aportar liquidez y moratorias fiscales pues, al fin y al cabo, son los recursos económicos y su uso racional y eficiente los que propiciarán la salida de esa anómala situación, sea de origen sanitario, financiero, presupuestario o de cualquier otra índole.

En este caso, debemos equilibrar la prioridad sanitaria con el sostenimiento económico. La suficiencia presupuestaria del Estado es limitada, tanto como lo son las reservas empresariales que no podrá mantener sus gastos, aunque sean mínimos, si no se recupera la actividad.

Sin empresa no hay empleo ni recaudación fiscal posible. No hay certeza alguna, por ejemplo, que todas las horas recuperables que ofrecen algunas medidas aprobadas sea posible hacerlas antes de fin de año. Entre otros motivos porque sin recuperar los niveles de actividad previos al cierre empresarial decretado, menos necesarias serán las horas de recuperación.

Para ello hay que escuchar a los afectados y a los especialistas, pues, en caso de una inundación en casa tendríamos claro cual es el problema, pero lejos de arreglarlo nosotros mismos, necesitaríamos un fontanero cualificado que arreglase la avería.

Algunas medidas aprobadas tendrán, además, un coste reputacional para gobiernos y en segunda oleada a los empresarios, que necesitarán seguir siendo solventes para poder acceder a las ayudas y al endeudamiento que ofrece el ICO y las entidades financieras intermediarias, como medida para solucionar la crisis.

Otras medidas que aún no se han puesto sobre la mesa, deberían contemplar el cumplimiento de la administración pública con los plazos de pago a los proveedores, adelantar la convocatoria de subvenciones y adelantar los pagos, inversión en vivienda pública y en infraestructuras, dinamizar el comercio o aligerar la carga burocrática en permisos y licencias.

Evidentemente, la negación tiene un coste, que es la ineficiencia de las medidas y el retraso de la recuperación de empleo y riqueza que, por primera vez, no se podrá responsabilizar al tejido empresarial pues, ni antes eran héroes no ahora son villanos.

Complementariamente, parece necesario crear una renta de subsistencia que permitan a las familias canarias a mantener su dignidad, orgullo y capacidad de sostenerse y afrontar sus deudas, contraídas ante una apariencia de confianza previa a que se ha difuminado en el horizonte.

Pero, no olvidemos que este mundo temporal y onírico necesita de trabajadores y empresarios que financien ese presupuesto de manera sostenible, con esfuerzo y competitividad.