Nada me gustaría más en estos momentos que poseer la capacidad de distraer a quienes lean estas líneas y trasladarlos a realidades más agradables y positivas que las que ahora estamos viviendo. Mas aun siendo consciente de mis limitaciones creadoras ("la gracia que no quiso darme el cielo", que decía Cervantes, salvando todas las distancias), persisto en mi empeño de aprovechar la situación para compartir disquisiciones filológicas que, aunque no sean expuestas con la profundidad debida (el medio así lo impone), pudieran ser portadoras, además de su contenido científico, de un cierto efecto catártico, que no vendría nada mal para evitar las consecuencias a que está expuesta nuestra salud mental. Para la salud física ya existe otro tipo de ejercicios de salón o bajo techo, los que realizamos una gran mayoría de "coronorrecluidos": con estos, ya quisiera yo, poco puedo ayudarles.

Porque el coronavirus está siendo un buen pretexto para que ante la adversidad afloren nuestros mejores sentimientos de amor y solidaridad. Y mostremos nuestra emotividad sin complejos cuando aplaudimos a quienes luchan en la primera línea; o, simplemente, cuando escuchamos cualquiera de las versiones de Resistiré. Enfrente siempre estarán los oportunistas, expertos en filibusterismo, que pretenden rentabilizar (¿) la lamentable situación de la que nadie es culpable. Son los que sienten con el hígado y transpiran el amargor de la bilis en unos momentos en que toda colaboración es poca: "Cuando esto pase, habrá una interesantísima galería de autorretratos. A ver cuántos se reconocen y cuántos se hacen los suecos", dice Luz Sánchez-Mellado, y muchos estaremos esperando ese momento.

Pretexto también es el coronovirus para hablar de las palabras. Del origen de la voz y de otras que suelen acompañarla en los muchos mensajes, informativos y de opinión, traté en un artículo anterior ( Coronavirus, la palabra, El Día /La Provincia, 22/3/2020). Pero, de igual modo que avanza la pandemia, la lengua refleja con similar dinamismo la evolución de los hechos. Se advierte ahora del anómalo uso de coronavirus para hacer referencia a la enfermedad, pues tal denominación corresponde al virus (más específicamente SARS-CoV-2); habría que hablar, pues, de "neumonía por coronavirus" o "enfermedad del coronavirus", en inglés "coronavirus disease", de ahí que se esté imponiendo como forma simplificada el acrónimo COVID-19. Por esta razón, y puesto que el núcleo de la expresión inglesa es el sustantivo femenino "disease", se ha propuesto que se la considere voz de género femenino: la COVID-19, mejor que el COVID-19, según criterio que respalda la Real Academia Española. Sin embargo, dado que para los hablantes no queda clara esta circunstancia, no se podría dar como incorrecta la atribución del género masculino, como parece que lo está consagrando el uso, que es el que manda en estos casos.

Parece que este procedimiento de la acronimia (uniendo diversos elementos de dos o más palabras: COrona VIrus Disease = COVID) está siendo muy explotado, como lo está el proceso morfológico de la composición, por el cual se forman palabras a partir de la unión de dos o más vocablos, de dos o más bases compositivas cultas o de la combinación de palabra y base compositiva (rompeolas y neuralgia, por ejemplo, son palabras formadas por composición). Algunos de estos neologismos que han aparecido recientemente en torno a la vírica denominación son coronobono, coronobulo y coronacionalismo. El primero de ellos, coronobono, tiene el significado de 'bono emitido por un organismo financiero multinacional a muy bajo interés para ayudar las naciones a enfrentar el alto costo económico de las cuarentenas provocadas por la pandemia de COVID-19'; como se observará, es un compuesto creado a partir de las palabras coronavirus + bono. Un coronobulo, en el otro caso, como es fácil deducir, es una noticia falsa relacionada con el coronavirus; mantiene parentesco semántico con otro reciente neologismo: infodemia (del inglés infodemic) 'práctica informativa que promueve el pánico'. El coronacionalismo es el cierre de fronteras de una región aprovechando la crisis de la pandemia para hacerla compatible con las aspiraciones identitarias o independentistas de un territorio o una región, y creo que huelgan los ejemplos.

Con la pandemia y el consecuente confinamiento, que ha imposibilitado los desplazamientos habituales a los lugares de trabajo, a los centros docentes y a hogares de esparcimiento y atención de las personas mayores ha adquirido nueva vitalidad el elementos compositivo de origen griego tele-, que significa 'a distancia'. Las de mayor frecuencia de esta familia léxica son teletrabajo, teleenseñanza y teleasistencia.

Teletrabajo es el primero en aparecer de los compuestos de la serie, y está registrado en los distintos diccionarios. El diccionario Clave, por ejemplo, le había dado entrada desde su primera edición de 1997: "Trabajo que se puede realizar a través de un sistema de telecomunicación", y el repertorio académico lo incluye en la 23.ª edición (2014), definido como "Trabajo que se realiza desde un lugar fuera de la empresa utilizando las redes de telecomunicación para cumplir con las cargas laborales asignadas". De este sustantivo plenamente establecido en el idioma se ha derivado ahora el neológico verbo teletrabajar ("Ahora teletrabajo desde casa") de significado fácilmente deducible también que aún no registran los diccionarios consultados. Muy extendida y sinónima de teletrabajo es la expresión trabajo en remoto o trabajo remoto, probablemente calco del inglés remote working o remote job).

La voz teleenseñanza comparte amplias zonas de significación con "educación a distancia", "enseñanza en línea (enseñanza on line)" o "enseñanza no presencial", y es probable que la existencia de estas variadas denominaciones sea un motivo para plantearse, lexicográficamente, establecer las diferentes acepciones que definirían las distintas modalidades docentes: los usos nos lo irán indicando.

La teleasistencia, o asistencia a distancia, posee también dos sentidos bien diferenciados: la asistencia que consiste en proporcionar una respuesta puntual a consultas formuladas a través de la línea telefónica (también por videoconferencia) por personas desde sus domicilios en una especie de comunicación preventiva, y, además, la asistencia en las labores de atención doméstica, cuidado de enfermos u otras tareas similares.

P.S. Otros pretextos, como nuevos términos relacionados con la economía o la justicia (hibernación económica o ciberdelincuencia) tenía en el tintero para esta ocasión, que dejaré para otra mejor. En este momento, (es la mañana del 3 de abril), me llega la triste noticia del fallecimiento del profesor e ilustre filólogo, Manuel Alvar Ezquerra, Catedrático y Profesor Honorario de la Universidad Complutense de Madrid, querido amigo y maestro con quien mantenía una muy estrecha relación personal y profesional. Había sido propuesto como Académico Honorario de la Academia Canaria de la Lengua y, tras su aceptación, tenía previsto leer próximamente su discurso de ingreso. Manolo Alvar Ezquerra, hijo de Manuel Alvar López, tan vinculado también a las Islas, era acreedor de un enorme reconocimiento internacional en el ámbito de la Filología y uno de los más destacados lexicógrafos en el ámbito hispánico. Precisamente, poco antes de conocer la triste noticia me disponía a consultar uno de sus manuales, el Nuevo diccionario de voces de uso actual, referencia inexcusable para quienes nos dedicamos a la Lexicografía, y he comprobado, con asombro una vez más ante la enormidad de sus aportaciones, que Manolo Alvar había registrado ya (definidas y ejemplificadas), desde el año 2003 estas voces que hoy tenemos por neológicas. Gracias, Manolo por tus enseñanzas, pero, sobre todo, por tu amistad. Descansa en paz, querido amigo.

Catedrático de Lengua Española de la Universidad de La Laguna