Es normal que allá en lo alto de los gobiernos nacional y autonómico no se pongan de acuerdo en cuáles son exactamente los sectores "esenciales" que pueden seguir funcionando ahora que llegó el comandante Pedro y mandó parar. Hay que ser comprensivos con ellos, hombre, aunque sea gordísimo y vergonzoso el carajal en el que se metieron ellos solos, a tal punto que han declarado esencial los servicios meteorológicos. Como si nos sirviera de algo ahora saber si mañana va a hacer sol o tronar. En casita, el tiempo se predice a mano y a capricho, con el termostato. Por cierto, ayer nevó. ¿Y? Relax. No hay que ser tan duros con estos muchachos y muchachas que están llevando muy a su pesar las riendas de esta inmensa estatalización exprés de nuestras vidas. ¿Qué haría yo, me pregunto ahora que salí ya aplaudir y no tengo otra cosa con la que terminar el día, si tuviera que elegir cuáles son los servicios "esenciales" no ya de un país, tan solo de mi propia y miserable vida? ¿No dudaría? O, por darle más hondura al asunto, aunque sea ponerse en plan Paulo Coelho, ¿cuáles son las cosas accesorias en esta existencia mía que solo sirven para aturullarme y hacerme olvidar mi camino? El asunto tiene enjundia, no se crean. La verdad es que ahora que nos fuerzan a vivir muy por debajo de nuestras posibilidades -que diría Rajoy- y que tenemos mucho tiempo no estaría de más empezar a pensar lo que es ganga y lo que es mena de todo este asunto existencial nuestro. Hagamos la lista de lo esencial. Mañana al levantarme me pongo. Saludo al sol desde el balcón, abrazo un geranio que tengo ahí, hago "ommm" y me pongo.