Interesante esta diatriba entre la prensa y el gobierno sobre el asunto de las preguntas en las conferencias de prensa. El tema ha dado tanto que hablar que pasó lo siguiente en mi castigado wasap (como decía mi madre: "No haber contestado"). Lo que pasó es consecuencia de mi maniática manera de ser, que considera, desde chiquillo, que a toda hora, hasta durmiendo, uno debe comportarse como un periodista. Además, hace cuarenta años vino a mi vida (y a la de muchos que estábamos allí escuchándolo) el gran periodista italiano Eugenio Scalfari, que nos dijo a un montón de gente: "Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente". Y entonces me afirmé aún más: nuestro oficio está obligado a saber de la gente, para contarlo, y eso nos obliga, claro, a preguntarle a la gente.

Por eso pregunto. Cuando voy en el metro, en la guagua, incluso en el taxi, aunque en este medio de transporte te arriesgas a que te reciten la Crítica de la razón pura en versión bronca, en un avión, incluso en un barco, donde también te arriesgas a que la respuesta no se acabe nunca. Siempre pregunto. Hace unos meses iba en tren, desde Sevilla a Madrid, o quizá desde Barcelona a Madrid, y una señora me abordó y yo aproveché para hacerle preguntas, sobre la vida diaria, quizá sobre lo que estaba ocurriendo. La charla derivó a los atardeceres de la política, una pasión que no conoce sueño. Ella quería enviarme algo, o yo quise enviarle algo, y le di mi número de teléfono, pues un periodista debe tener contactos y además ha de facilitarlos. En los meses que hay desde aquel encuentro ella ha tenido la gentileza de enviarme algunos comentarios que incluyen memes o videos. El último me llegó este jueves. Ahora les cuento.

Primero les diré brevemente algo sobre esta protesta profesional periodística al Gobierno por no hacer de las conferencias de prensa un debate en el que los periodistas interactúen, superando las dificultades actuales de conexión, de modo y manera que cada uno haga sus preguntas y sus repreguntas sin que el secretario de Estado, el ahora aún más conocido Miguel Ángel Oliver, relate las que se han recibido. La verdad es que el método seguido hasta ahora parece de una escuela de primarias, pues es cierto que los periodistas tienen voz propia y no necesitan un ventrílocuo. Lo que es muy de esta época es que algo tan sencillo de arreglar haya meritado manifiestos, debates, riñas, hasta que La Moncloa dijo a los periodistas algo muy simple que sin embargo sigue enredado: "Digan ustedes y así lo hacemos". Y se ve que los periodistas siguen aún desenredando el enredo, pues aun no le han dicho a La Moncloa: "Ya lo tenemos". Pues buenos somos los periodistas para ponernos de acuerdo... Yo no voy a dar ideas, porque soy periodista precibernético y, francamente, ya no tengo ideas. No tengo ideas, claro, sino preguntas.

En el camino de estos enredos me encontré este viernes, viendo la televisión, una pregunta que le hacían periodistas de dos medios a Fernando Simón, el muy predispuesto portavoz científico de la lucha contra la pandemia. Ambos periodistas, señalados por los nombres de sus medios, Servimedia y Cope, indagaban al ajetreado doctor por qué Pedro Sánchez, estando confinado, había ido esa mañana a una fábrica de coches. En esa fábrica se están haciendo objetos sanitarios, de primera necesidad para combatir el mal. Eso respondió el doctor: que Sánchez había ido a un lugar esencial y que para eso había permiso. No hubo repregunta, la verdad, que es lo que mis colegas andan reclamando. Pero, cuando tú escuchas esa respuesta y caes en la cuenta de que a lo mejor tu pregunta era un modo de peinar al desnudo, ¿qué demonios repreguntas?

En fin, que no me olvide de explicarles lo que me pasó aquel mismo día con el wasap que me envió la señora a la que me encontré en el Ave. Ella consideró interesante usar mi número para explicarme, con memes recogidos o con sus propios juicios, el momento político-sanitario que nos tiene apremiados y asustados. Ella tenía verdadero interés en afearle a los gobernantes actuales, sobre todo al vicepresidente Iglesias, que se llevara el dinero sin hacer lo que tiene que hacer, más o menos. Expresé mi escepticismo ante sus conclusiones, y le expliqué que, desde mi punto de vista, en este momento este no es un problema tan dependiente de los políticos sino que es la ciencia la que tiene que conducirlos a buscar soluciones o remedios. Pasó un corto silencio (en los wasaps un silencio no lo aguanta ni el que responde) y recibí, escueta, la respuesta, que en realidad era, como dirían los que le protestan a Oliver, una repregunta: "¿Y por qué no hay repreguntas en las conferencias de prensa?"

Ahí ya me dije, como cuando escuché la pregunta a Simón sobre la visita de Sánchez a la fábrica de coches: ¿Y para eso queremos tener el wasap abierto? Hace años, en Quito, se leyó este grafiti: "Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas" Va a ser conveniente que ahora los periodistas, y la gente, empiecen a cambiar ellos mismos las preguntas antes de deducirse a sí mismos las respuestas.