Que paren las rotativas. Que se suspenda la señal de la televisión. Que tiren los guiones de los informativos, porque hay que encabezarlos con una nueva noticia de impacto: el Partido Popular, después de una profunda reflexión y tras muchas e intensas discusiones entre lo más florido de su intelligentsia, ha decidido pedirle al Gobierno que coloque las banderas nacionales a media asta, como señal de duelo por las víctimas del coronavirus.

Vaya aportación. Para caerse de nalgas y no levantarse en una semana. Estoy seguro de que las familias a las que no se ha permitido despedirse de sus seres queridos, confinados en residencias de mayores, sentirán un enorme consuelo. Y que los hijos que vieron a sus padres agonizar y a los que dijeron que no había respiradores disponibles para ellos se les pasarán las ganas de acordarse de las madres y padres de los políticos. Se baja la tela roja y gualda por el palo para abajo y es como si un viento de frescor entrase por la herida abierta de España.

Esto es lo que hay. Este es el espíritu del tiempo de los postureos. A los médicos, médicas, médiques, enfermeros, enfermeras, enfermeres, celadores, celadoras y celadoros -a mí eso del género me va a matar, se lo juro por mis padres y madres- en vez de darles guantes, mascarillas y gafas protectoras les damos los aplausos de las ocho de la noche y los gritos de entusiasmo desde la comunidad de las ventanas. "¡¡Bravo, colegas. Ánimo valienteeess!! Y nos vamos para adentro a comernos el bocadillo de calamares". Y a la parranda de cantadores del Gobierno que nos toca las gónadas le tocamos los calderos metiéndole majazos con un cucharón, con lo que jodemos el cucharón y el caldero.

Lo único peor que tener como responsables de conducir al país a una panda de incompetentes es saber que la alternativa es igual. Nos engañamos pensando que llegará alguien con una fórmula secreta; una poción mágica que nos hará pagar menos impuestos, tener mejores servicios y ser felices para siempre. Pero ya somos mayores para creer en pajaritos preñados. Para salir del hoyo de la crisis no hay más camino que la austeridad pública y el sacrificio privado. Más impuestos y peores salarios. Mantener los servicios públicos esenciales, ayudar a los que se mueren de hambre y trabajar a destajo para volver a levantar el totizo.

Todos los países de Europa van a pagar las consecuencias del virus que ha cambiado el nuevo siglo. Y, como dicen los optimistas, saldremos adelante. Solo que algunos lo harán antes que otros y a menor coste. Como pasa con las familias, están mejor preparados los que ahorraron más y los que no tienen deudas. En España tenemos una deuda pública equivalente a nuestro PIB de un año, diez millones de pensiones, cuatro millones de salarios públicos y dentro de nada siete u ocho millones de parados. Igual no va a ser mala idea del todo esa idea del PP de poner la bandera a media asta.