El miedo empieza a apretar con sus garras el corazón de mucha gente. El aislamiento social para combatir la pandemia en Europa es la muerte de Canarias. Es un disparo directo al corazón de nuestra economía y nuestra prosperidad. Y la puerta a una crisis como jamás hemos vivido.

Hasta hace poco se sostenía que perderíamos el turismo del verano, pero que empezaríamos la recuperación en la campaña de invierno. La realidad no dice eso. Los expertos señalan que en Gran Bretaña el aislamiento va a durar, como poco, unos seis meses. Y en Alemania el pico de contagios también se alcanzará dentro de algún tiempo. Y esas previsiones nos sitúan en el peor escenario: este año no tendremos negocio turístico. Y el que viene, tan lejano, ya veremos.

Si esto es así -y créanme que tiene toda la pinta de serlo- hay que empezar a preparar urgentemente un gran aparato de respiración asistida para estas islas. Porque en lo que se tarda en decir "qué feo está esto" nos vamos a colocar en el medio millón de parados. Porque las pymes y los autónomos van a caer como moscas y el resto de las empresas van a tener que despedir a parte de sus plantillas o hacer reducciones salariales justo un mes después -qué ironías tiene la vida- de que los cargos públicos del Gobierno se hayan subido el 2% de sus retribuciones. Qué oportunos han sido.

Hacia el mes de junio de este año, algunos cabildos y ayuntamientos no van a tener dinero para pagar las nóminas de su personal. Y la propia Comunidad Autónoma de Canarias, en un par de meses, va a tener importantes tensiones de tesorería: que es lo que se dice cuando uno mete la mano en el bolsillo y no tiene un duro.

Si no queremos que la crisis económica nos coja en ropa interior, como le pasó al Gobierno de Pedro Sánchez con el coronavirus, ahora mismo deberían estar sonando todas las alarmas. El presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, no puede estar diciendo que Canarias necesita el superávit presupuestario. Lo siento, pero no basta. Que se ponga una media en la cabeza, que pida una pistola prestada y que vaya y lo coja. Porque es la diferencia que media entre la supervivencia o la agonía de miles de familias de Canarias.

Hay que preparar mecanismos de ayuda rápidos y directos. Hay que derivar todo el dinero que se pueda para disponerlo hacia el gasto social. El desplome de la recaudación de los impuestos propios en Canarias va a ser histórico y la glaciación económica se va a producir con una bajada rápida y brutal de la economía privada. De aquí a diciembre vamos a perder entre diez y once mil millones por la venta de servicios turísticos. Es la puñalada de muerte a un consumo interno descalabrado por el confinamiento forzoso decretado por las autoridades. Como las hojas de los árboles en el otoño, van cayendo las persianas de bares, restaurantes y pequeños comercios. Después del virus, el hambre.