Pero qué manía con hablar, oye. Estás ahí, en pleno enclaustramiento, informándote minuciosamente de cuándo sale Pedro Sánchez para ir corriendo a la tele y apagarla, haciendo flexiones en el baño para hacer músculo y echando polvos de talco en las manos para que a las ocho te salga un aplauso redondo y supersolidario y... no hay manera. Venga a sonar el teléfono con gente que quiere hablar. Pero hablar por hablar, sin que te vayan a pedir nada ni a vender nada, ni un crédito, ni un cambio de línea telefónica, ni nada. Quieren hablar muy raro, como de tú a tú, como de preguntarse cosas personales y escucharlas. Que si cómo estás, que si cómo lo llevas, que si tú también estás ansioso y comes demasiado, que si también a ti se te aparece en sueños Pedro Piqueras susurrándote: "Apocalíptico", "terrible", "masacre universal"... Y además es que te llama cualquiera. Te llama tu hermano, con el que nunca hablabas porque era gilipollas y ahora sigue siéndolo pero lo peor es que, además, te lo cuenta. Te llama la prima de tu exnovia, que te dice que siempre le gustaste pero que como la ignorabas tenía que liarse con tu hermano (el gilipollas); te llama el cabrón de clase que te acosaba en quinto de EGB y te cuenta que le gustaba la prima de tu exnovia pero que por culpa de tu hermano (el gilipollas), pues nunca se pudo liar con ella, así que te zurraba a ti en contraprestación... En fin, tú solo quieres salir al balcón y aplaudir para hacer nación y ser solidario y agradecer a los héroes y eso... Pero toda esa gente que nunca te llamaba no para de telefonear para darte la turra. Qué cansinos. ¿No tendrán ya más memes en el Whatsapp? O igual Pedro les cerró el Twitter...