El pasado año, por primera vez, pasé por un quirófano -una pequeña intervención- y lo primero que pensé nada más salir fue: y todo esto es gratis. Por fin usuario, mi opinión sobre la sanidad pública no puede ser más favorable y rotunda. Como no podía ser menos, se han elevado bastantes voces clamando por la sanidad pública, a medida que las muertes avanzaban. Es una de las reivindicaciones (pocas) que esgrimen los restos de una izquierda deshilachada en significantes y eslóganes (sindicales). Por tanto, resulta absolutamente ocioso debatir sobre peculiaridades de la sanidad española. Pero unas nociones vendrían bien, la red de la sanidad pública acoge a la concertada, incluso la privada. La concertada son los hospitales que operan con cargo a la pública (San Juan de Dios). Se aprovecha instalaciones, gestión, inversiones ajenas al Estado. A cambio ganan dinero por ello, supongo. Hay mentalidades y culturas que lo aprueban. La privada no concertada desde hace muchas décadas reserva plantas para lo público, y para mutualidades publico/privadas: Muface, Mapfre.

Cuando se pretende exculpar al Gobierno de hechos, conductas, resultados, negligencias, incitaciones, debe saberse que es de lo que un juez permitiría conocer y no de los añosos recortes del PP ante la crisis heredada. Nuestra izquierda ha conseguido convertirse en las más formidable maquinaria del pasado y la nostalgia; al futuro se enfrenta con aptitudes psicológicas y sociales, con talante y diálogo, dos vectores intransitivos que no precisan resultados ni avances objetivos. Solo procesan el grado de infantilización e irresponsabilidad alcanzados. Luego las demandas y apetitos jamás podrán frustrarse, nunca habrá razones o factores justificados para ello. Aunque dentro de unos meses cuando las arcas del Estado estén vacías, habrá recortes generalizados en magnitudes nunca conocidas. O chasquido de dedos, mejor.

Ahora omiten la excelencia internacionalmente certificada de nuestra sanidad, capaz de tener que vérselas con la devastación de la pandemia agravada por el (des)gobierno. En estos tiempos de cólera se coteja la vulnerabilidad humana y, en lugar de encomendarse a dios, se hace a otra variante del absoluto: la Pública, máximo significante. Detrás del significante no encontraremos un solo dato, información, recursos reales, viabilidad, sino más pancarta y siempre pasado: recortes y PP. Todo su arsenal. Por eso no estamos ante un tema cognitivo: analítico y racional, sino de irresignación ante cualquier adversidad. Lo que más indigna a nuestra izquierda-gramófono es el enriquecimiento de alguien, la iniciativa privada y libertad en general, cuyo exutorio es lo público, colectivista, igualitarista: esa mentalidad; los resultados les da igual. ¿Algún estudio, contrastes, cálculos comparativos, proyecciones? No, no va por ahí en absoluto.