El presidente del Gobierno está convincente aunque algo redicho en la comparecencia de hoy. "Hay que hacer un último esfuerzo", dice severo y cejijunto. Por un momento me imaginé el primer día de la construcción de la Gran Muralla China y al emperador del Celeste Imperio dirigiéndose a un obrero: "Un pequeño esfuelzo y hablemos telminado, totolota". El chucho mira a la pantalla con los ojos abiertos y la lengua fuera, como si fuera un autónomo, y cuando Pedro Sánchez termina su discurso se rasca casi furiosamente el lomo. Es una reacción plausible. Creo que me rascaría así si pudiera, pero no llego.

El presidente anuncia nuevos gastos del Estado. Los días en los que los currantes en actividades no esenciales no asistan al trabajo (desde el 30 de mayo al 9 de abril inclusive) se pagarán con recursos públicos. También se ha filtrado que en el Consejo de Ministros de mañana martes podría ser aprobado lo que se ha llamado el ingreso mínimo vital. Y todo esto, por supuesto, se suma el coste de los miles de ERTES que se han presentado por las empresas en los últimos días y los miles que se presentarán en las próximas semanas. Es una ingente cantidad de pasta -muchos miles de millones de euros- que ignoro de donde saldrá.

Por el momento el Ministerio de Hacienda quiere quedarse con los 27.000 millones de euros que los ayuntamientos tienen en los bancos y no podían gastar por imposición de la regla de gasto. Y se los quedará. O a las bravas o negociando con la FEMP cederles el 15% o 20%. Este zarpazo no tiene como objeto contribuir a financiar un plan de recuperación económica, sino disponer de flujo de caja para las medidas adoptadas en curso. El Gobierno central apurará los márgenes políticos, temporales y técnicos en medio de una confusión endemoniada. La crisis sanitaria se resolverá aunque a un coste elevado de vidas y gracias a un esfuerzo descomunal. La crisis económica y financiera será más dura porque golpeará a toda la ciudadanía: derribará gobiernos y arruinará carreras políticas. Por el momento solo se escuchan rumores sobre el bloqueo burocrático que supone -y supondrá- la tramitación de la colosal montaña de ERTES que crece día a día.

La tentación de tomar el dinero de inmovilizado superávit municipal acumulado en los últimos años se suma al silencio en los detalles sobre el compromiso del Gobierno central de facilitar a las comunidades autonómicas el 100% de la liquidación de las cantidades a cuenta correspondiente a 2018. El equipo ministerial necesita hasta el último céntimo disponible por la que se nos viene encima. Hay comunidades autónomas asfixiadas y cuyo alto endeudamiento la mete en un callejón sin salida, como Cataluña o Valencia, que en un par de meses tendrán tensiones muy graves de tesorería. Las hay, como Canarias, con un endeudamiento muy bajo, pero en el que la actividad económica casi ha desaparecido con el consiguiente y brutal impacto en la recaudación fiscal: si se obtuvieron a través del IGIC unos 1.600 millones el pasado año en este 2020 será un éxito si se consiguen 400. La amenaza de la quiebra solo podría ser conjurada con una UE que asuma la extraordinaria gravedad de la situación, autorice los eurobonos y articule un sistema de mutualización de la deuda. Merkel se niega testarudamente y en ese bloqueo del norte rico -que formalmente no está en mayoría- es imposible no encontrar una voluntad de suicidio de todo un continente: a correr y europeísta el último. Paseo al perro sin saber cómo ni cuándo resucitaremos.