La semana pasada el Ayuntamiento de Los Realejos sacó un bando prohibiendo que las cabras transiten por espacios urbanos, alegando problemas de contaminación por sus excrementos. Cuesta entender las pautas urbanizadoras en dicha corporación, máxime en los tiempos en los que nos toca vivir, en los que el campo y la producción de alimentos han resultado actividades vitales.

Recordemos que en la época del racionamiento y la miseria, teníamos en Canarias una hectárea cultivada por cada 5 habitantes En la actualidad las islas tienen 50 personas por hectárea cultivada.

En otro estado de cosas, apenas nos quedan pastores. Es más, tal profesión no sale de la facultad de "ciencias ocultas" de nuestra Universidad. Los que se dedican son hijos de pastores; es una actividad dura, que demanda vocación. Por ello, el máximo respeto y cariño a los pastores, entre otras cosas porque los necesitamos.

Sobra comentar que en la prevención de los incendios en las medianías de las islas, los equipos más eficientes en la lucha contra el fuego son las cabras, porque logran dominar los zarzales, cañeros y otros matorrales, tan duros en la propagación del fuego en épocas de calor.

Es bueno que sepamos que cada cabra demanda diariamente más de 20 kilos de pasto. En el caso de los barrancos hacen una doble labor, retiran combustible ante el peligro de los incendios en verano, y contribuyen a la limpieza de las cuencas ante las lluvias torrenciales. No olvidemos que tenemos numerosas viviendas en las proximidades de los barrancos y en tierras balutas y, en consecuencia, en peligro por la propagación del fuego. Solo tenemos que acordarnos del mes pasado, de los incendios entre El Sauzal y Santa Úrsula, hasta La Orotava.

Hoy, al norte de los Pirineos, como el caso de Francia, se valora a los pastores como un elemento básico en la lucha contra el fuego, sobre todo, al retirar combustible en los cortafuegos, pero también en las zonas parcialmente cubiertas de árboles, con maleza y pastos en los que se propaga el fuego, pendientes de los pastores y sus rebaños.

En Gran Canaria, los responsables de la gestión del monte han reconocido algo ancestral en las Islas tras el incendio de 2017, y el freno que supuso las zonas pastadas por unos ganaderos que habían sido maltratados por la administración.

Sugiero una reflexión amplia, sobre el campo y una gestión "equivocada" que nos debe hacer meditar muy seriamente. La cultura urbana que domina en el medio rural ha creado numerosos problemas, de no fácil salida, tanto en el plano de la alimentación de los isleños, como en el plano ambiental. Los largos veranos canarios y las zonas cubiertas de vegetación, demandan presupuesto para cuidar los llamados espacios protegidos.

Los pastores son una pata importante para el futuro de nuestra tierra. Gran parte de nuestra ganadería se mantiene con alimentos importados; sin embargo, el queso con pastos de la tierra es algo básico. Los pastores no los sacamos de una incubadora, los que nos quedan en Canarias, son algo que esta sociedad debe valorar y estimular.

¿Para cuándo establos adecuados? Tema este negado en numerosas ocasiones por los ayuntamientos, con un alto nivel de lo que llaman alegales, con miles de pegas.

Quiero creer que el ayuntamiento realejero, meditará sobre un planteamiento erróneo, ya que el combustible que retiran las cabras les evita disgustos, entre otras cosas, con los fuegos artificiales, que también producen molestias.

La coyuntura que vivimos actualmente creo que es suficiente para que todos seamos más humildes y veamos como algo básico en esta tierra a la actividad agroganadera. Y con respeto. Los ganaderos no son delincuentes, para estar huyendo de la policía.

Los pastores son los mejores aliados de la naturaleza, y de la seguridad en el medio rural, como hemos vivido el pasado año en Gran Canaria.

Señor alcalde, no quiero politizar estas líneas, creo que todos tenemos que aprender con los maestros de la tierra, nuestros campesinos. Tendamos puentes con los agricultores y ganaderos, como algo básico en el futuro de esta tierra.

Es curioso que las ovejas recorran la Castellana en Madrid y no puedan pastar en los barrancos de Los Realejos.