Parecía imposible que un tercio de la humanidad se encuentre hoy bajo confinamiento. Pero ha pasado. Parecía imposible que España llegara a superar en número de víctimas mortales a China. Pero sucedió: anteayer. Parecía imposible que el Gobierno supiera que las manifestaciones del 8 de marzo podían agravar la situación, y aún así alentara a cientos de miles de personas a salir a la calle. Y lo sabían. También nos parecía imposible que un grupo de desalmados apedreara una guagua por llevar personas mayores a una residencia segura. Ocurrió en la Línea de la Concepción. Parecía imposible que el turismo, motor de nuestra economía regional, desapareciera de un día para otro. Y ha sucedido, y no tenemos ni idea de cuándo y cómo volverá. Parecía imposible que un centenar y medio de sanitarios isleños se hayan infectado por no contar con los medios para trabajar con seguridad. Pero también ha pasado, mientras la protección que se repartía el domingo por todas las regiones, llegaba a Canarias el martes. En un avión militar. Parece imposible que todo esto haya sucedido en poco más de dos semanas. Pero así es: vivimos instalados en el vértigo de un tiempo de imposibles cuyo final desconocemos.

La mayor parte de los cálculos sobre el impacto en vidas de esta crisis hablan de cifras inasumibles: España es uno de los dos países más castigados por las muertes, pero es probable que pronto sea superado por Estados Unidos o por los países pobres del hemisferio Sur, donde será más difícil encorsetar contagios y frenar el daño en vidas humanas. Antes de que esto acabe, se contarán centenares de millones de contagios y millones de muertos por todo el planeta. Y tendremos una economía devastada y muchísimo sufrimiento.

La banca de inversiones estadounidense Goldman Sachs ha advertido que la Eurozona perderá este año un nueve por ciento de su PIB: España casi el diez, Italia hasta el 11,6 por ciento, Alemania cerca del nueve, Francia el 7,4 y Reino Unido caerá el 7,5. El déficit público se situará también en torno a esas cifras. Podemos estar hablando de más de 30 millones de puestos de trabajo perdidos, sólo en la Eurozona. Una catástrofe únicamente comparable a lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial? Parecía imposible que algo así nos pasar, pero está ahí, a la vuelta de la esquina, detrás de una puerta que comenzaremos a abrir dentro de un mes o mes y medio, si todo va bien y tenemos suerte.

Con inyecciones de liquidez ilimitadas, como las aprobadas por Alemania y Francia mostrando la potencia de su músculo fiscal, la recuperación podría producirse de forma explosiva en 2021, aliviando el daño al que se van a enfrentar los europeos. España e Italia también recuperarán posiciones en 2021, pero nuestro coste social será mucho más alto, y los países más pobres, sin medios para hacer frente ni a la pandemia ni a la crisis económica que viene, podrán tardar años en salir del pozo. Esto sólo tendrá una salida corta si se cambian las formas de hacer política, con decisiones de alcance mundial, una visión inteligente y generosa y liderazgos globales. Por desgracia, EEUU vive pendiente de su propia división, y será difícil contar con sus recursos y energía para unir al mundo en la salida de esta catástrofe. Parecía imposible que los líderes mundiales y los partidos nacionales antepusieran el interés de todos a sus intereses locales, económicos y de grupo? Y en eso no nos van a sorprender: no lo harán. Seguirán hablando de este vértigo, sin ponerse de acuerdo para pararlo, ocupados en salvar cada uno su propio trasero.