Los expertos no se ponen de acuerdo en la intensidad de la recesión económica que vendrá, como una segunda ola, después de la gran crisis sanitaria que estamos enfrentando. Pero todos señalan que habrá un daño enorme en la economía de las sociedades más desarrolladas. El comercio mundial va a sufrir los efectos de la pandemia y se van a congelar durante un tiempo impredecible los intercambios entre muchos países.

El desastre que viene es de tal magnitud que la Unión Europea ha decidido, en una acción insólita, abandonar sus objetivos de déficit y permitir el gasto público y el endeudamiento de los países, porque lo importante ahora no es la austeridad, sino la supervivencia de las sociedades. Así está el patio.

Es previsible que durante un largo periodo las posibilidades de viajar entre naciones se vean restringidas. Hoy estamos encerrados por imperativo legal y mañana tendremos limitados nuestros movimientos si queremos salir de las fronteras sanitarias de nuestro país. Y todo eso va a tener consecuencias inevitables en los flujos turísticos. Para Canarias, el resultado de todo esto será este año la pérdida de un volumen de negocio de unos nueve mil millones de euros. Pero el año que viene podría ser aún peor, con pérdidas por facturación turística que pueden llegar a los catorce mil millones.

Piensen en las consecuencias de nuestras zonas turísticas cerradas a cal y canto durante dos años. En los hoteles clausurados y en los centros comerciales desiertos como una ciudad fantasma. Estamos hablando del cierre de centenares de tiendas, comercios, bares y restaurantes; de la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo y del hundimiento sin paliativo de la economía que sostiene a dos millones de seres humanos en este archipiélago.

Estamos muy cerca de que esa imagen se transforme en realidad. En estas islas, hasta hace unos meses, se sostenía un discurso de nuevos ricos. Había que frenar a toda costa el crecimiento turístico y rechazar nuevos hoteles. Ahora viviremos la pesadilla de una moratoria total. Si queríamos arroz nos van a dar todas las tazas. Un "cero turístico" prolongado nos llevará en muy pocos meses al medio millón de parados y a un desastre social sin paliativos. A una economía de posguerra, de pura supervivencia y dependiente del Estado que tendrá que articular un plan de rescate para un archipiélago cuyos ingresos públicos descenderán de forma ahora mismo incalculable.

Ojalá se equivoquen quienes vaticinan lo peor. No lo creo, porque el escenario que están dibujando es la consecuencia lógica de lo que está pasando. La recesión del comercio y la quiebra del turismo va a afectar a muchos más países que a Canarias, por supuesto, pero ninguno con nuestra patológica dependencia de este sector.

El turismo de masas, en el que se sostenía nuestro modo de vida, tardará mucho tiempo en regresar. Demasiado para que podamos sobrevivir los que mañana mismo nos vamos a quedar flotando entre los restos del naufragio.