La dimensión universal de la tragedia y las contrapuestas versiones sobre su origen y responsables no permitieron, hasta la fecha, fijar sus fechas centrales para localizarla en la historia. Bastante tenemos los mortales asustados con seguir por horas la imparable e implacable contabilidad de contagiados, muertos y dados de alta (en esta ocasión nadie aplica, ni exige, el lenguaje inclusivo) con la vaga esperanza de observar en cualquiera de los tres epígrafes, y en sus complejas proyecciones, esperanzas de mejora en nuestros territorios respectivos, incluso con la comparación de sus distintos sesgos.

Coincidimos los confinados en destacar y agradecer, sin fisuras, el abnegado comportamiento de las legiones humanas - sanitarios, miembros de los cuerpos de seguridad, militares de las tres armas y, además, agricultores y pescadores exigidos en sus tareas, dependientes de todos los sectores, transportistas de todos los medios, e informadores que, como nosotros, sueñan con la buena noticia mientras nos ofrecen la cruda verdad sin anestesia.

Agobiados y ociosos, cumplimos con el rito vespertino del aplauso a todos ellos, lamentamos el baile lento de las horas y las agendas incumplidas de pequeñas tareas que nos imponemos, con dudoso resultado, cada mañana. En paralelo con el relato oficial, y pese a sanas prevenciones que no supimos defender, nos empapamos de las bienintencionadas y perversas hipótesis que llenan las redes y nos llegan, al instante o rebotadas por nuestros próximos; las teorías conspiranoicas que, tras la Guerra de Irak, tienen amplio crédito; las críticas de parte que apoyan sospechosas disidencias en una causa general que, en buena ley, no se sostienen, y los bulos maliciosos que, entre otras flagrantes injusticias, atribuyó a los chinos y, por extensión, a los ciudadanos radicados en el Sur de Europa, la culpa de la epidemia planetaria.

Una solidaridad temprana y una actitud ejemplar puso muy pronto las cosas en su sitio; en los momentos más tensos del conflicto, la oferta pública de ayuda técnica y material y el regalo personal de guantes, soluciones alcohólicas y las disputadas mascarillas retrató su buena voluntad y cercanía y apartó, dentro de la pesadumbre, cualquier sombra de sospecha, cualquier tentación de fobia.