Después de varios días de titubeos, Ángel Víctor Torres decidió finalmente ayer ponerse a sí mismo y a sus métodos conciliadores en cuarentena: obligado a decidir entre contentar al PSOE de Tenerife o sostener la estabilidad del pacto de Gobierno regional, en un momento absolutamente crítico, optó por lo segundo: antes el Gobierno que el partido, antes la estabilidad del ejecutivo que el problema del reparto de poder, antes resolver la crisis sanitaria que garantizar la paz interna en un PSOE al que la gestión de Teresa Cruz ha logrado dividir y enfrentar.

El resultado inmediato de esa decisión de Torres fue el nombramiento -inevitablemente cantado desde el viernes pasado- de quien fuera director del Servicio Canario de Salud en la etapa del consejero José Manuel Baltar, Conrado Domínguez, como coordinador técnico del Comité de Gestión de Emergencia Sanitaria. Domínguez, próximo al PSOE desde hace muchos años, se hizo cargo del Servicio Canario de Salud por invitación de Baltar, y se esperaba que continuara en el puesto al volver el PSOE a Sanidad. Tras la incorporación de Teresa Cruz, que no lo quería en su equipo, fue rescatado por el consejero Chano Franquis, para ocupar la secretaría general técnica de la consejería de Obras Públicas, Transporte y Vivienda.

La incorporación de Domínguez al comité de Gestión de Emergencia Sanitaria creado el pasado jueves es la primera de las decisiones que han provocado el arrinconamiento de Teresa Cruz y de la directora actual del Servicio Canario de Salud, Blanca Méndez, a las que la mayoría del Gobierno considera incapaces de gestionar con éxito la crisis sanitaria. En la práctica, tras un cargo de nombre escasamente rimbombante, Domínguez ha asumido desde ayer, con la oposición beligerante del PSOE tinerfeño, el mando y control de la gestión de la crisis sanitaria del coronavirus, al frente de un organismo interdepartamental que -desde su constitución el jueves pasado- ha sustituido de facto a la consejera de Sanidad y a su segunda.

En su primera reunión, en la que se decidió la incorporación de Conrado Domínguez y José Julián Isturiz, el Comité decidió cortar en seco con las políticas que la consejera -aplicada aún en plena crisis a mejorar las listas de espera y sacar a la privada de la concertación- seguía defendiendo. Así, el comité decidió el viernes, bajo la presidencia de Torres, paralizar la actividad quirúrgica no urgente en los hospitales públicos de las islas, y montar un primer encuentro con los directivos de la sanidad concertada regional para sumar las clínicas privadas al mando único contra el Covid-19. Son dos medidas que deberían contribuir a mejorar la situación de los trabajadores sanitarios, hoy al borde mismo del agotamiento, con un alto nivel de profesionales contagiados y sin la protección imprescindible para hacer su trabajo sin correr riesgos. Se trata también de un giro de 180 grados a las políticas defendidas por la consejera, que se ha quedado completamente aislada en el Gobierno.

La pregunta ahora pertinente es si Teresa Cruz soportará esta situación indeseable o asumirá con disimulo su apartamiento de las decisiones claves de la Consejería. Y también habría que preguntarse si es realmente posible -sin que se produzcan cambios en los equipos nombrados por Cruz- que Domínguez pueda llevar a buen puerto la tarea que le ha sido encomendada. Quizá a Torres le quede aún alguna decisión que tomar.