"Sinceramente, no sé si este país aguanta una pandemia con miles de muertos, una crisis de Estado y una hecatombe económica. Igual deberíamos ser menos ambiciosos". El perro me escucha pacientemente con tal que no lo priven de sus diez minutos de paseo y Pedro Sánchez le ha dado la razón. Así que me pongo la mascarilla, lo ato a la correa y salimos. Tal y como sospechaba, la ciudad se ha recuperado. Lo de ayer fue un simple espejismo: todos los domingos de Santa Cruz de Tenerife son así de zombis. Y los lunes se parecen bastante a esto. Quizás ha bajado ligeramente el tráfico, los tranvías no van petados y se registra un fisco menos de transeúntes. Pero con la excepción de niños, por las calles y avenidas circulaban hombres y mujeres, adolescentes zanquilargos, ciudadanos en silla de ruedas e incluso algunos ancianos con paso temeroso. Un pibe hizo una gracia a metro y medio de distancia: "¿Me presta el perro, don? Es para dar una vuelta esta tarde". En una sociedad como la canaria el teletrabajo es una fantasía juliovernesca. Una parte sustancial de los ciudadanos trabaja en la administración pública. Y en una economía de servicios el teletrabajo es una grotesca entelequia: nadie puede ser camarero a distancia, llevar un pequeño comercio a distancia o dirigir a distancia un taller de reparaciones de automóviles.

El Gobierno central llegó tarde al combate sanitario contra el coronavirus, pero lo hace aún más lenta y peligrosamente a la imperiosa adopción de medidas que eviten el desplome del país en un par de meses: la caída en una recesión que pondrá a prueba la cohesión social. Porque la crisis sanitaria será temporal, pero afectará durante años a ciudadanos y empresas a través de miles de quiebras y de una sangría de empleos. En el caso de Canarias nos espera lo peor. Un sector vulnerable es el vinculado a la actividad turística: compañías aéreas, hoteles, agencias de viajes, restaurantes y bares, empresas de ocio. Será barrido. En los próximos tres meses más de 120.000 personas perderán su puesto de trabajo en las islas. Los ingresos por turismo se reducirán entre un 70 y un 80%. El PIB cerrará el año con seis o siete puntos porcentuales menos que en 2019. Siento no tener una metáfora menos sobada a mano, pero estamos al borde del abismo. Sánchez debe presentar un plan de estímulo económico y fiscal y un amplio programa de protección social. Ángel Víctor Torres debe enarbolar las exigencias de Canarias frente a España y la UE, de carácter existencial: se trata de que no colapse el modesto Estado de Bienestar, de que no vuelvan la desnutrición y el hambre, de que las islas no queden mal comunicadas, de que la difícil e insuficiente recuperación del último lustro no se esfume en un torbellino de frustración y cenizas.