Muchos españoles actuarán con la responsabilidad que exige una circunstancia como la que estamos padeciendo. Pero no será justo atribuir el mérito a un Gobierno que alentó las manifestaciones del 8M, en contra de lo desaconsejado, y ahora pide firmeza frente al virus con un cinismo indignante. O a lo que diga el director del Centro de Coordinación y Alertas Sanitarias, Fernando Simón, desaparecido del primer plano después de haber dicho públicamente, se supone que con conocimiento de causa, que él permitiría a su hijo asistir a las movilizaciones feministas cuando cualquier aglomeración suponía un riesgo probado para la salud de las personas. La irresponsabilidad se resume en el hecho del contagio de dos de las ministras cabecillas de la manifestación y de la señora Gómez, la mujer del propio presidente del Gobierno, que acudió a ellas para dar ejemplo. ¿Y ahora qué? ¿Lecciones responsables cuando las muertes se duplican en un día?

Tendremos que pasar esto de la mejor manera y con los menos daños posibles, sin perder de vista que otro tipo de epidemia empezó a propagarse desde el mismo momento en que alumbramos este Gobierno. El caos nos ilumina en cada una de sus comparecencias, son tantos los errores en tan poco tiempo que nos hacen temer una era pandémica de artificio ideológico insalvable aun cuando el primer objetivo es la unidad ante una emergencia nacional de este calibre. Nos ha pillado el peor toro en la adversidad absoluta, con un liderazgo errático y dividido. Pero sabremos sobreponernos: el instinto de supervivencia supera la desviada intuición política de quienes supuestamente guían nuestros pasos y no están preparados para ello por bisoñez y sectarismo. Hay que seguir creyendo en nosotros mismos porque, como escribió Chesterton, hasta donde hemos perdido la creencia hemos perdido la razón. Ánimo.