En "El existencialismo es un humanismo" (1946), Jean Paul Sartre nos recuerda que el cobarde es responsable de su cobardía. Nadie es cobarde por tener un corazón, un pulmón o un cerebro cobarde; sino que lo es porque él mismo se ha construido como cobarde a través de sus actos. Lo que afirma el existencialista es que el cobarde se hace cobarde, como el héroe se hace héroe. Esta idea implica que siempre existe para el cobarde, para el estúpido o para el idiota la posibilidad de dejar de serlo.

El león de "El maravilloso mago de Oz" (L. Frank Baum, 1900) es un personaje antropomórfico lleno de miedo que espera que un poder superior le devuelva el valor perdido, pero es al situarse ante situaciones adversas como finalmente descubre que siempre tuvo la valentía en su interior. Tanto el destino de una persona como el de un pueblo están dentro de su ser. No existen sociedades con un temperamento heroico frente a pueblos de sangre floja. Todos recordamos el admirable comportamiento de los japoneses ante el accidente nuclear de Fukushima el 11 de marzo de 2011. Los nipones atajaron una dura crisis desde la responsabilidad, la solidaridad y el compromiso, manteniendo la calma y la dignidad. ¿Poseen los japoneses un corazón, un pulmón o un cerebro diferente al de los españoles? En absoluto, sus vísceras son exactamente iguales a las nuestras. Los japoneses eligieron actuar como héroes ante las circunstancias que les tocó vivir y con ello, construyeron una sociedad heroica.