"Al cabo de cien años, todos calvos", reza el proverbio español. ¿Cuántos "ciento-añeros" hay en España? Se cuentan unos 11.700, lo que coloca a España en el segundo lugar, después de Japón, entre los países con personas más longevas del mundo y con posibilidades de alcanzar el primer puesto en no más de veinte años.

El récord de edad, con excepción de algunos personajes legendarios del Antiguo Testamento, pertenece desde el año 1997 a la francesa Jeanne Louise Calment, que vivió 122 años y 164 días, según los Guinness World Records. ¡En los últimos 40 años en España, el número de personas que superan el siglo de edad se ha multiplicado por 20! Actualmente, más de medio millón de personas tienen más de 90 años y en los próximos 50 años más de 300.000 podrían alcanzar la edad de un siglo. Las causas residen en la disminución de la mortalidad infantil, ausencia de grandes epidemias, prolongado período de paz y mejoras en las condiciones sanitarias, sociales y económicas. Todo ello es alentador, como señal de éxito, pero puede resultar preocupante.

La vejez es cara. A la lista de gastos en medicamentos que ayudan a prolongar la vida de los mayores, hay que añadir el mobiliario y aparatos para facilitar sus actividades diarias, los gastos en personal sanitario y cuidadores, y con frecuencia el coste de la residencia geriátrica.

En muchos cuentos rusos está presente el personaje del "diédushka", es decir, del abuelito. Incluso en Moscú hay un aeropuerto con el nombre de Wnukowo ("Casa del nieto") y otro Diedowo ("Casa del abuelo"). Pero entre esos bellos cuentos hay uno que relata cómo, al llegar a cierta edad, se llevaba al abuelo al bosque y allí se le abandonaba a su suerte. Hubo una vez un "diédushka" que rogó a su hijo que no siguiese aquella costumbre popular y que le escondiese y le trajese comida a diario. A cambio, él se comprometía a darle sabios consejos. Llegaron a un acuerdo y? No, no voy a contar todo el cuento, pero gracias a los consejos de su anciano padre, el joven llegó a casarse con la mismísima hija del zar.

Los tiempos actuales son algo raros. Hasta cumplir los cincuenta, todos alardean de su juventud inquebrantable y, de repente, descubren que ya se les quiere "despachar", porque hay otros, más jóvenes, que necesitan ocupar su lugar. La juventud, divino tesoro, es un valor en sí mismo y la experiencia profesional, acumulada durante decenas de años, ya no parece necesaria.

A la vez, todos los esfuerzos e investigaciones se dirigen a prolongar la vida humana. Se sabe que el ser humano puede vivir hasta los 120 años e incluso más, si no hay percances graves de salud y esto lo utilizan los gobiernos para hacer gala de su "estado de bienestar". Pero, irónicamente, a la vez en Holanda, patria de aquellas enfermeras llamadas "ángeles de la muerte", se ha aprobado una ley de que a los "ancianos" mayores de 70 años se les pueda administrar legalmente una muerte dulce y "digna". ¿Será solamente la eutanasia a petición propia? ¿Tendrán algo que ver los herederos impacientes? O tal vez será el propio Estado que en tiempos de crisis económica quiere recortar los costes sanitarios. Siempre hubo un cierto interés en que la vida tuviese un límite determinado, no solo en la Rusia zarista y profunda, también en Esparta se arrojaba a los ancianos desde la cima de una montaña o acantilado, en la India se empujaba a la viuda a la pira funeraria del marido y los nazis hitlerianos acababan con los ancianos en los hospitales psiquiátricos y residencias geriátricas de los países que invadían. En el Japón actual, es elevada la tasa de suicidios de ancianos abandonados por la familia a su suerte, aunque no sea en el bosque.

El término eutanasia es de origen griego y se compone de dos raíces : eu=igual, que se puede interpretar como "aceptar" y thanatos=muerte. Desde la antigüedad fue objeto de ferviente polémica. La eutanasia, aceptada en los tiempos antiguos en Grecia y Roma, tuvo que ser voluntaria y justificada ante el senado. El suicidio y la eutanasia fueron prohibidos y perseguidos en los tiempos cristianos.

En los países europeos, igual que en España, existe el Testamento Vital que se puede firmar ante notario. Es una declaración personal y voluntaria de rechazar aquellos tratamientos que sirvan para mantener la vida artificialmente, mediante el empleo de aparatos médicos. Es la eutanasia pasiva. Durante algún tiempo se dio mucha difusión a la posibilidad de ejercer este derecho individual. Ahora se ofrece una muerte a la carta, a pesar de que las leyes deben estar dirigidas a proteger la salud y los médicos en virtud de su Juramento Hipocrático se comprometen a luchar por la vida del paciente con los medios clínicos disponibles.

Un nieto contó en una emisora de radio la reacción de su abuelo que miraba la TV sin verla, como si fuese la pared. Cuando le hizo la pregunta provocativa: "Abuelo, ¿quieres morir?", el abuelo que nunca hablaba, contestó: "No, no quiero morir", y se dio la vuelta para seguir mirando la pared. Es difícil saber, cómo vive una persona su ancianidad, pero el instinto de vida es algo natural al ser humano y no se puede decidir el tránsito final en nombre de nadie.

España es un país envejecido, con las implicaciones que ello conlleva. Pero, ¿no sería mejor que los parlamentarios, por un principio de dignidad, votasen la ley de la eutanasia de acuerdo con su propia conciencia y no siguiendo la disciplina de un partido? Es de mal augurio empezar una legislatura promocionando la muerte. Ellos algún día también serán ancianos y quizás lleguen a padecer las consecuencias de su decisión, sin tener ya opción alguna para cambiarla. Todo pasa y todo llega.

"¡Cien años, que vivas cien años y más?!", dice la canción polaca de cumpleaños. Lo deseo a los parlamentarios: ¡Larga vida, señorías!