Nadie ignora que la frase "tranquilos: esto no es nada" está en la lección inaugural de primero de Apocalipsis. Acabo de ver y escuchar una intervención de Matteo Renzi, ex primer ministro italiano, en la CCN, y me ha recordado los noticieros que saca George Romero en sus películas: "Amigos de Alemania, del Reino Unido, de España, actúen con firmeza y lo más pronto posible, no cometan los mismos errores que nosotros". Actuar rápido y con firmeza significa, en la práctica, enclaustrar al país durante un mínimo de dos semanas. Dos semanas sin pisar la calle y con casi todos los centros -salvo las emergencias, los hospitales y, durante algunas horas, algunos almacenes- cerrados a cal y canto. Las autoridades españoles han optado por una escalada. Se ejecutarán las medidas propuestas -ayer se conocían las decididas, suplementariamente, por el Gobierno de Canarias- y se evaluará su efecto en la ralentización de la infección vírica. Se trata así de alcanzar un equilibrio virtuoso entre ser sanitariamente eficiente y eficaz y moderar el impacto económico, social y laboral de la patología. Si los resultados son positivos se mantendrán los protocolos y prohibiciones. Si la epidemia continúa creciendo -y para evaluarlo es necesario multiplicar los test: triplicar al menos los que se han hecho hasta ahora en las islas- se incrementarán las medidas de contención. Me temo que Renzzi se refería a eso. A que lo más prudente -pese a los costes económicos- no es escalar progresivamente, sino decretar algo muy similar a un estado de emergencia, que no suprime las libertades constitucionales ni disuelve las Cortes, pero que permite al Gobierno actuaciones extraordinarias. Ahora, en Italia, muchos claman furiosos por que no se hiciera así hace quince días.

Si hay un territorio en el que la opción progresiva es la más inteligente es Canarias. La cancelación de más del 60% de las reservas en Semana Santa ya es suficientemente desastrosa. Cuando se puso en cuarentena el hotel en el sur de Tenerife los tabloides ingleses estallaron en una explosión de titulares aterradores y el comité de dirección de la compañía British Airways se reunió para estudiar la conveniencia de suspender -momentáneamente- su línea con Canarias. Caminamos por un finísimo alambre de espino con el abismo de un contagio masivo a un lado y la caída en una crisis turística catastrófica en el otro. Porque de nuevo las fragilidades de nuestro modelo de desarrollo quedan de manifiesto, no por una crisis financiera y económicas como la que se vivió entre 2008 y 2016, sino por una emergencia sanitaria en un Estado de Bienestar con limitaciones y debilidades, pero con instrumentos y recursos muy superiores a los de épocas pasadas. Gracias a esos instrumentos y recursos no se rompió la cohesión social y se pudo salir adelante. Ahora ocurrirá lo mismo: nuestra salud pública, nuestra educación pública, nuestros servicios asistenciales públicos serán imprescindibles para salir de una situación de tan endiablada complejidad como esta. Y luego un espíritu cívico comprometido, el sentido del deber y la solidaridad, la suspensión de bellaquerías partidistas, la lucidez de cumplir las instrucciones de los poderes públicos en beneficio de los intereses generales. En un par de meses, quizás en tres, llegará la hora del análisis crítico y, en su caso, de la asunción de responsabilidades. Ahora comportémonos como una democracia madura que cree en sus propios valores y todavía sabe lo que es la cordura, el sacrificio y el bien común.